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El misterioso Dick Cheney

El vicepresidente de EE UU fue trasladado a un lugar secreto y seguro como precaución

Enric González

La figura de Dick Cheney siempre ha estado envuelta en un cierto misterio. Antes de las elecciones, la pregunta era por qué George W. Bush había elegido como compañero de candidatura a un hombre tan refractario a los mitines. Después, la pregunta fue otra: ¿resistiría la vicepresidencia un hombre con tantos problemas cardíacos? Antes y después, una gran duda: ¿Es Cheney quien dirige realmente la Casa Blanca? Todos los interrogantes se agigantan ahora por la desaparición de Cheney de la escena pública. El segundo hombre más poderoso de Estados Unidos se oculta en un lugar secreto y eso no hace más que estimular la curiosidad de los estadounidenses.

A Dick Cheney, un hombre de larga experiencia en la gestión política y de eficacia burocrática casi legendaria, ya no se le veía mucho antes del 11 de septiembre. Mientras Bush aparecía en la televisión, paseaba al perro, dormía su siesta diaria y trataba de adecuarse al cargo, el vicepresidente pasaba casi todo el día en su despacho y ejercía, de hecho, como presidente-bis. Bush se reservaba la última palabra en las grandes decisiones estratégicas, y Cheney se encargaba de todo lo demás; es decir, de casi todo.Pero durante la jornada de los atentados Bush permaneció oculto y Cheney, siempre frío, siempre a punto, pareció hacerse cargo de la crisis. En esa fecha crítica, el presidente, que nunca había mostrado una gran talla de estadista, empequeñeció mientras el presidente-bis se erigía en figura de referencia para un país conmocionado. El golpe para la imagen de Bush fue muy duro. A alguien, probablemente al propio Cheney, se le ocurrió que más valía hacer lo contrario: dado que uno de los dos debía estar permanentemente protegido de posibles atentados para evitar un hipotético vacío de poder (si el presidente muere, el vicepresidente debe estar listo para sucederle), lo mejor era que el número uno se exhibiera y el número dos se ocultara para trabajar. El plan se ejecutó de inmediato, con resultados espléndidos para la popularidad de George W. Bush, a quien ya nadie discute nada.

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Dick Cheney fue trasladado a un lugar 'seguro y secreto' y se convirtió en una todopoderosa imagen electrónica. Mientras el gabinete de guerra se reúne con frecuencia con el presidente y sostiene sus debates en persona, en la Casa Blanca o en Camp David, el rostro de Cheney tutela la estancia desde una pantalla gigante. El vicepresidente disfruta, además, de su situación: le gusta estar solo y trabajar tranquilo. Y todos saben que Bush no toma una sola decisión sin que el rostro de la pantalla le muestre su asentimiento.

Al principio circularon rumores sobre una nueva crisis cardiaca del vicepresidente o sobre su envío a una misión ultrasecreta en un país lejano. Todo se desmintió. Después, los chistes: Cheney estaba en una cueva afgana. La realidad, más simple, es que Cheney permanece cerca de Washington y se presenta, de vez en cuando, en la Casa Blanca. El jueves lo hizo. 'Hoy le he estrechado la mano al vicepresidente en el despacho oval', explicó Bush el jueves por la noche, 'y le he dado la bienvenida tras su retiro en el lugar seguro. Algunas veces el vicepresidente y yo estaremos juntos, y otras veces, no. Tomamos muy en serio la idea de la continuidad del gobierno. Es una responsabilidad que compartimos: la de asegurar que en una situación como esta, cuando el Gobierno se enfrenta a amenazas, permanecemos separados'. 'Le encontré con muy buen aspecto', añadió Bush.

El viernes, Cheney apareció en televisión. 'Hemos llegado al punto en que la Casa Blanca o el Capitolio pueden sufrir ataques terroristas', explicó, 'y no parece buena idea que el presidente y yo pasemos mucho tiempo juntos'. Luego se retiró otra vez a su escondite, para seguir con su misteriosa posición de gobernante en la sombra.

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