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Reportaje:

El pasado de Ezkio-Itsaso

La localidad guipuzcoana, famosa por unas 'apariciones' de la Virgen en 1931, cuenta con un caserío del siglo XVI

Ezkio-Itsaso estaba ayer de fiesta. Después de varios años de restauración, se inauguraba por fin el caserío Igartubeiti, un ejemplo impecable de los modelos que esta construcción rural presenta en Guipúzcoa. Hubo gente en la presentación, pero los más viejos del lugar seguro que recuerdan mayores afluencias a Ezkio, cuando el lugar se llamaba Ezkioga, a principios de los año 30, con motivo de unas misteriosas 'apariciones' de la Virgen.

Ahora, desde 1960, Ezkioga forma un solo municipio con su vecino Itsaso, Ezkio-Itsaso. Esta localidad bipolar, unida casi más rápido a pie que en automóvil, es uno de los municipios guipuzcoanos que mantiene más o menos las formas de vida tradicionales, a pesar de encontrarse a mitad de camino entre Zumarraga y Beasain, dos localidades con una fuerte industrialización.

Quizás este aislamiento es el que ha colaborado en la conservación de Igartubeiti, que ha preservado buena parte de la estructura primitiva de los siglos XVI y XVII. La restauración ha permitido, además, descubrir los orígenes medievales de este edificio. Algo que no ha de extrañar si se recorren los pequeños cascos de Ezkio e Itsaso y se visitan sus iglesias. La primera presenta una hermosa portada gótica, presidida por dos ventanales del mismo periodo histórico; el templo de Itsaso ofrece una puerta románica en transición al Gótico, que recoge motivos parecidos a los de otras iglesias del territorio, como la de Abaltzisketa o la de Idiazabal.

Igartubeiti es algo posterior. Una reciente publicación del Gobierno vasco que estudia a fondo la historia del caserío ya destaca cómo esta vivienda surge a partir del siglo XVI, cuando los territorios atlánticos vascos habían alcanzado una paz y bienestar claros, tras las guerras banderizas entre oñacinos y gamboínos.

En Guipúzcoa, el edificio, con estructura de madera, se levantaba alrededor del lagar de una sidrería. El paso del tiempo ha dejado de lado este uso del caserío en muchos de ellos, pero se ha conservado el entramado de vigas del lagar, más que nada porque sobre él se mantenía la construcción.

En la restauración de Igartubeiti se han cuidado al máximo todos los detalles, desde la ambientación de la cocina, con fuego bajo sin chimenea, hasta la distribución del desván, ganbara, en euskera, que ocupa toda la planta superior del caserío.

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No hace mucho tiempo que se abandonaron estas formas de vida tradicionales que se desarrollaron en este nuevo museo, más histórico que etnográfico, que abarca continente y contenido de época. Sin ir muy lejos, cuando los hermanos Andrés y Antonio Bereciartua, de 7 y 11 años respectivamente, tuvieron las primeras visiones de la Virgen, el 30 de junio de 1931, hace 60 años, cuando llevaban las vacas al establo.

La campa de Anduaga donde se produjo la supuesta aparición no se encuentra muy lejos de Igartubeiti (al comienzo de la subida a Ezkio), y hasta allí en las semanas siguientes llegó toda una multitud (se habla de 60.000 personas en los primeros 15 días).

El entonces obispo de la diócesis, Mateo Múgica Urrestarazu, comenzó a tomar cartas en el asunto a principios de agosto. Para ese momento, las 'apariciones' se habían extendido por los pueblos de alrededores e incluso se produjeron en localidades de la Sakana navarra, como Huarte-Arakil o Unanua.

Pero todo quedó en un embeleco de Acción Católica que, aprovechando la religiosidad del ámbito rural vasco y navarro, quiso utilizar estas visiones para emprender una cruzada contra la República. La guerra tardaría unos años en llegar, aunque en sus visiones, la Virgen ya anunciaba a los elegidos la inminencia del conflicto para salvar a una España que había caído en el ateísmo marxista.

De todo aquello, tras la consiguiente y contudente reprobación de las altas jerarquías de la Iglesia, poco o nada queda en Ezkio-Itsaso, si no es la recuperación, Ahora, en forma de película por parte del director de cine Manuel Gutiérrez Aragón.

Sin embargo, en Itsaso, se haya un templo que sí merece devoción contrastada: la ermita de Kizkitza, de advocación marinera, con un faro desde el que, se dice, se ve el mar en los días claros. Seguro que más de una vez, antes de morir en Ezkio-Itsaso en 1881, el bardo Iparraguire cantaría alguna balada desde Kizkitza al mar Atlántico, el de sus tiempos en América.

Igartubeiti, una reliquia del siglo XVI, abrió ayer sus puertas al público como museo del caserío vasco.
Igartubeiti, una reliquia del siglo XVI, abrió ayer sus puertas al público como museo del caserío vasco.JESÚS URIARTE

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