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Las chimeneas de Sants tienen alma de mujer

La fábrica El Vapor Vell tenía a final del siglo XIX 145 mujeres, 38 hombres, 25 muchachos y 49 muchachas

Campos, masías y prados donde las coladas se secaban al sol eran la nota predominante en el paisaje de los barrios barceloneses de Sants-Montjuïc en el siglo XIX. Los días discurrían despacio para la mayoría de los habitantes, que vivía de la agricultura. Con el paso del tiempo, aquel escenario bucólico se fue poblando de chimeneas. La vida se organizó en función de las interminables jornadas laborales de las fábricas. Los campos de cultivo de hortalizas fueron cediendo paso a un número creciente de fábricas que levantaban allí sus naves y chimeneas, a las que muy pronto les seguían las viviendas para los obreros. Muchas cosas cambiaron en este pedazo de Barcelona con la revolución industrial.

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Sus habitantes pasaron a quemar sus vidas al ritmo estrepitoso de los telares o respirando los humos y olores que desprendían las fábricas de tintes y aprestos. Corría el año 1908 cuando mujeres incansables como Justa Goicoechea abandonaron su pueblo natal de Aragón para emigrar a Barcelona. Se instaló con su familia en el barrio de la Mare de Déu del Port. Este fue su primer domicilio de una larga serie de mudanzas que se repetían cada vez que cambiaba de trabajo. Su biografía y la de otras muchas compañeras suyas las recoge la historiadora Isabel Segura en el libro titulado Dones de Sants-Montjuïc, itineraris històrics, que acaba de editar el Archivo Municipal de Barcelona.

Segura y su equipo se han asomado a la historia de Sants-Montjuïc como antes lo hicieron con las de Sant Martí y L'Hospitalet de Llobregat para rescatar del olvido a esas otras protagonistas que rara vez aparecen en los libros de historia y que ilustran cómo transcurría la vida cotidiana en unos barrios de los que ellas eran las principales usuarias y que tanto contribuyeron a construir. La existencia de los barceloneses de entonces carecía de muchas comodidades, pero gozaban cuanto podían de la tranquilidad y del tiempo libre. Para divertirse no había un lugar mejor que la montaña de Montjuïc, y hacia ella -todavía sin urbanizar- dirigían sus pasos las familias los fines de semana. En verano, nada resultaba tan refrescante como sumergirse en las playas de Can Tunis, donde hace 100 años se instalaron los Baños Zoraya. Con motivo de la Exposición Universal de 1929 se urbanizó la plaza de Espanya, y en uno de sus edificios se habilitaron las Termas, unos baños que en 1931 gestionó el Club Femenino de Deportes. Se trataba de un espacio creado por mujeres que combinaba la práctica deportiva con las actividades culturales.

La historia de los barrios que ahora integran el distrito de Sants-Montjuïc va unida al nacimiento de una serie de fábricas, algunas de cuyas dependencias aún se conservan. En 1882, se construyó en el Paralelo la central térmica de las tres chimeneas, que pronto se convirtió en un símbolo de Barcelona. En este paseo, que atesora buena parte de los mejores recuerdos que existen sobre el barrio, convivían la central, las viviendas y los cabarets. En los escenarios, los nombres que han brillado con más intensidad han sido los de mujeres que arrasaban: la Bella Dorita, la Tórtola Valencia, Raquel Meller, Carmen Amaya y Montserrat Casals, más conocida por Helena Jordi. El libro habla también de la prostituta Maria Llopis Bergès, conocida popularmente como la Cuarenta Céntimos, que participó activamente en los movimientos de 1909, por los que fue detenida y condenada a muerte, aunque le conmutaron la pena por la de exilio perpetuo.

El Vapor Vell era una de las fábricas más antiguas del distrito (1846), propiedad de Joan Güell, quien se refería a los integrantes de su plantilla diciendo: '38 hombres, 25 muchachos, 145 mujeres, 49 muchachas'.

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El recinto del Vapor Vell recordaba la arquitectura industrial de Manchester. Su dueño nació en Torredembarra en 1800 y emigró a Cuba al cumplir los 18 años. En la isla, que todavía era colonia española, Güell monopolizaba casi todo el mercado de La Habana, como indica el diccionario de los catalanes en América. Segura señala: 'Una parte de su capital lo hizo con el tráfico de esclavos'. A su regreso a Barcelona, además de constituir el Vapor Vell, participó en una sociedad que junto con otras fundó en 1855 La Maquinista Terrestre y Marítima.

En el universo fabril de Sants, La España Industrial escribió un capítulo aparte. Era propiedad de los hermanos Muntades Campey, que la edificaron en 1849, y llegó a ser la empresa textil más importante de España; incluso batió el récord de empleo de la época con 1.660 trabajadores. No es extraño que el primer cineasta catalán, Fructuós Gelabert, eligiera la salida de uno de los turnos para captar con su cámara la riada humana que al terminar la jornada se desperdigaba por las calles de Sants varias veces al día, y que no tenía nada que envidiar a las imágenes que algún tiempo atrás habían inmortalizado los hermanos Lumière con la salida de otra fábrica.

La que fuera próspera industria textil no se libró en 1854 de las huelgas, que también afectaron al Vapor Vell y cuyo objetivo era mejorar las condiciones de vida de los obreros. Pero si el siglo XIX acabó con el cierre de algunas empresas, como la de Joan Güell, un tercer gran vapor, Can Batlló, abría sus puertas en el distrito empleando a 900 trabajadores, la mayoría de los cuales eran mujeres.

En 1953, en Can Batlló prestaban sus servicios 1.800 personas, el 80% de ellas mujeres, cuya jornada media de era de 11 horas.

Trabajadoras de la fábrica Benet Campabadal, en Sants-Montjuïc, a principios del siglo XX.
Trabajadoras de la fábrica Benet Campabadal, en Sants-Montjuïc, a principios del siglo XX.ARXIU MUNICIPAL

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