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Chirac y Schröder acuerdan recomponer el eje franco-alemán con más contactos bilaterales

Pilar Bonet

Así lo decidieron el canciller federal alemán, Gerhard Schröder, y el presidente francés, Jacques Chirac, el miércoles en una cena en la localidad francesa de Blaesheim. La cita, a la que asistían también el jefe del Gobierno francés, Lionel Jospin, y los ministros de Exteriores Hubert Vèdrine y Joschka Fischer, fue un intento de recuperar por lo menos la sintonía formal tras el trauma de la conferencia intergubernamental de Niza. Aquel evento, que ha despejado el camino para la ampliación, puso de manifiesto las dificultades de Francia para aceptar las consecuencias de la caída del Muro y el papel cualitativamente nuevo que la ampliación al Este da a la Alemania reunificada.

A juzgar por informaciones facilitadas ayer por medios gubernamentales alemanes, el principal logro de la velada en Blaesheim no estuvo en limar las diferencias de enfoque y contenido, que afectan a temas como el alcance de la integración europea, sino en organizar un diálogo bilateral más intenso y con un carácter informal. Francia y Alemania celebran cumbres oficiales con amplia representación gubernamental cada seis meses y está por ver cómo se superpondrá el nuevo mecanismo de relación bilateral con el ya institucionalizado.

Además de ser el volante de la construcción europea, las relaciones franco-alemanas son también un elemento 'insustituible e irrenunciable' de ese proceso, manifestó ayer en Berlín el ministro Joschka Fischer. Los jefes de la diplomacia de ambos países, que se han visto con más frecuencia que Schröder con Chirac y Jospin, serán los encargados de acompañar con iniciativas y propuestas el diálogo de sus jefes, según manifestaron las fuentes. Los ámbitos de diálogo han sido divididos en tres apartados:

- La Conferencia Intergubernamental de 2004, que deberá delimitar competencias entre Bruselas y los Estados nacionales.

- La ampliación en sí misma desde el punto de vista de la responsabilidad franco-alemana compartida.

- El presupuesto comunitario de 2006, que deberá sustituir al que entró en vigor en 2000. En este tercer apartado, que Alemania prevé como muy problemático, el diálogo se centrará en temas financieros, políticas estructurales y política agraria común (PAC).

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La reforma de la PAC es necesaria para que la ampliación no se traduzca en gastos que los países contribuyentes netos de la UE no estén dispuestos a asumir. Si se dejan de lado cuestiones conceptuales como el modelo federal o intergubernamental de la construcción europea, la reforma de la PAC es el tema concreto más espinoso entre Berlín y París. Alemania, principal contribuyente de la UE, había querido ya reformar la política agrícola común en la cumbre de Berlín en 1999, pero la reforma a fondo fue congelada por Francia, que es la principal beneficiada de la política agrícola de la UE.

Medios gubernamentales alemanes consideraban ayer que la cena de Blaesheim había sido muy positiva para la relación bilateral e insistían en la conciencia de responsabilidad común franco-alemana por la ampliación al Este. Con la ampliación, Alemania recupera un protagonismo centroeuropeo que le viene dado por razones geopolíticas más que por un deseo hegemónico. Dadas las suspicacias francesas, los dirigentes alemanes comprenden que la única manera no conflictiva de ejercer su nuevo protagonismo es desde una integración y un sólido anclaje europeo. Tras la cumbre de Niza, los dirigentes alemanes sintieron vértigo por las consecuencias de un distanciamiento insuperable con París que pusiera en cuestión el capital de confianza común acumulado desde los años cincuenta.

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Sobre la firma

Pilar Bonet
Es periodista y analista. Durante 34 años fue corresponsal de EL PAÍS en la URSS, Rusia y espacio postsoviético.

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