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Rebelión en la granja

Los ganaderos leoneses plantan cara al Ministerio de Agricultura y a la Junta y rechazan el sacrificio de reses

Una espectacular barricada de remolques de tractor cerraba ayer por la mañana el acceso a la granja de vacas lecheras de José Herrero, en Algadefe de la Vega, al sur de León. Tras la muralla de vehículos, más de 150 ganaderos, acompañados de sus mujeres y niños, se concentraban en la explotación y durante horas estuvieron soportando un fuerte temporal de viento y lluvia, ante el que tuvieron que refugiarse en los establos. Querían mostrar su apoyo al propietario de la granja y, ante todo, evitar un hipotético inmediato sacrificio de las reses ante el peligro de la enfermedad de las vacas locas, tras conocerse la comunicación del Laboratorio Nacional de Referencia de que una res sacrificada allí, en una granja modelo de León, padecía la enfermedad.

Todo amainó tras el encuentro, a última hora de la mañana, entre el delegado de la Junta de Castilla y León en esa ciudad, Luis Aznar; el portavoz del sindicato agrario UGAL-UPA, Matías Llorente, y José Herrero. Llegó la promesa de la Administración autónoma de una tregua hasta el próximo lunes, cuando los ganaderos podrían entrevistarse con el consejero de Agricultura, José Valín. La Junta ha mantenido en los últimos días el silencio ante las preguntas más comprometidas de ganaderos y medios de comunicación sobre las dos vacas locas de León. Fuentes de la Junta anunciaron ayer que el sacrificio de 248 reses en las granjas leonesas esperará, 'puesto que aún han de cumplirse ciertos trámites burocráticos de la normativa europea', y aseguraron que el ganado será inmolado, pues contravenir una directiva comunitaria 'sería incurrir en una falta gravísima'.

En la granja de Algadefe, con 160 reses, fue ahorcada por su dueño, el 30 de noviembre, la vaca llamada Matosa. El cadáver se incineró un día después en el crematorio animal de Rebisa, de Cabreros del Río, tras tomar las primeras muestras. Después de tres análisis, el Laboratorio Nacional de Referencia emitió ayer el resultado definitivo.

Matosa, la res enferma, era una frisona nacida hace cinco años en la explotación y que producía en ocasiones 53 litros de leche al día en tres ordeños. Herrero, alcalde de un pueblo de medio millar de almas, no se cree que esa magnífica vaca pudiese estar enferma, y piensa que la toma de muestras en Rebisa no fue correcta y se realizó en instalaciones crematorias deficientes y criticadas públicamente por el propio edil de la localidad.

Los ganaderos de la comarca Esla-Campos, a la que pertenece Algadefe, y que aglutina el 80% de la ganadería lechera de la provincia, temen en realidad que la situación de Herrero pueda ser la suya en los próximos días. Todos decían ayer dar a sus vacas la misma alimentación que José, la aconsejada por la cooperativa Vega Esla, del pueblo cercano de Toral de los Guzmanes: harina de maíz, soja, alfalfa, pulpa, cereales todos a los que se añade un corrector mineral.

La granja de Herrero es una de las más importantes de León, con premios a la calidad y a la selección genética, con 700.000 litros de cuota láctea al año. 'Veo pánico en la comarca. No tenemos información oficial suficiente, y así iremos a la ruina. ¡Lo que le faltaba al campo!', reflexionaba ayer Herrero. El ganadero ha decidido realizar a las vacas, de su bolsillo, las pruebas de ADN que rechazan hacer las administraciones públicas y ofrece sacrificar dos de las mejores reses para que se vea que están sanas. En el mejor de los casos, tras el sacrificio de todas sus vacas, Herrero podría recibir una indemnización por animal de 120.000 pesetas (precio muy inferior al de mercado) y sólo podría comprar novillas, que tardarían tres años en dar leche. 'Los políticos nos cuentan el cuento de la lechera', bromeaban ayer los ganaderos concentrados en la granja.

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