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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El envite de Niza

El presidentE francés, Jacques Chirac, que ostenta la presidencia de turno de la UE, presiona a los Quince ante la próxima cumbre de Niza. Su declaración de que prefiere el fracaso a un mal acuerdo sobre la reforma institucional es un toque de alerta y un síntoma de que se lo toma en serio. Lo mismo ocurre con Alemania, cuyo canciller Gerhard Schröder está desplegando una intensa ofensiva diplomática.El envite de Niza es clave. Un fiasco equivaldría a un ridículo mayúsculo, puesto que los Quince han dispuesto de tres años para acordar las reformas que dejaron sin resolver en el Tratado de Amsterdam. Y paralizaría su gran proyecto, la ampliación al Este, porque los actuales mecanismos institucionales, que ya chirrían en una Unión a quince, bloquearían una Unión a veintisiete.

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El escollo es el mantenimiento del derecho al veto en múltiples asuntos. Si ya ahora lentifica las decisiones, ¿qué pasaría mañana, con una docena de nuevos socios, de incorporación reciente y escasa tradición de consenso? Por eso es indispensable que el máximo número de políticas se decidan por mayoría cualificada. Todos, especialmente los grandes, racanean. Aplauden el principio, siempre que no se aplique a sus intereses más sensibles. España, preocupada por conservar su veto en la financiación de los fondos estructurales y de cohesión, no es una excepción. Cuando en realidad su principal peligro estriba en que los nuevos socios, con rentas más bajas, utilicen su propio poder de veto contra nuestros intereses si se mantiene intacto el mecanismo.

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Para que la mayoría cualificada no lleve al imperio de una minoría de ciudadanos o de una miríada de países pequeños debe repartirse mejor el poder, el segundo envite de Niza. ¿Cómo? Estableciendo una nueva ponderación de votos en el Consejo que tenga más en cuenta el factor de población. En otro caso se produciría, como alega el canciller Schröder, una situación de insoportable desigualdad: Alemania tendría 10 votos en el Consejo para sus 80 millones de habitantes, mientras que 19 países pequeños que no alcanzan esa población sumarían 57 votos. Urge un nuevo equilibrio. Para España, lo esencial no es tanto equipararse milimétricamente con los grandes, sino acercarse a ellos de manera que pueda seguir construyendo, como hasta ahora, minorías de bloqueo.

También hay división sobre el formato futuro de la Comisión. Lo ideal sería un Ejecutivo reducido y eficaz, muy supranacional. Pero esto subleva a los pequeños deseosos de conservar su comisario, empeño que desnaturaliza a la Comisión y que generará agravios a las grandes regiones en esta era de la descentralización: ¿por qué un comisario maltés o esloveno, y no uno escocés o bávaro?

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