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El que más votos gane puede perder la presidencia

Por primera vez desde 1888, y ante el empate virtual de los dos candidatos en intención de voto, el 7 de noviembre podría contemplar una situación en la que un candidato perdiera la presidencia a pesar de ganar el voto popular. Fue lo que le ocurrió -caso único- al presidente Grover Cleveland ese año. Obtuvo 110.476 votos más que su rival, Banjamin Harrison, pero éste ganó la Casa Blanca al conseguir la mayoría de los votos del Colegio Electoral.Porque hay que recordar que las elecciones presidenciales en este país no son directas, sino indirectas. Los ciudadanos eligen en cada Estado un bloque de electores, que son, a su vez, los que votan al presidente y vicepresidente "el martes que sigue al segundo lunes de noviembre". Cada Estado tiene un número de electores, que es igual al de los senadores (siempre dos por Estado) y diputados (varían según el censo estatal) que envía al Congreso de Washington. El sistema que se aplica para la asignación de votos es el mayoritario puro: el candidato que tiene un solo voto popular más se lleva todos los electores del Estado, con excepción de Maine y Nebraska, donde se aplica el sistema proporcional.

En la actualidad, el Colegio Electoral, al que no pueden optar ni congresistas ni funcionarios federales, está compuesto por 538 miembros. La pesadilla de esta elección es que podría producirse no sólo la anomalía señalada anteriormente -por ejemplo, un Bush vencedor del voto popular y un Gore ganador del Colegio Electoral-, sino también un empate a votos en el Colegio Electoral, como ya ocurrió en 1800 con Thomas Jefferson, y en 1824, con John Quincy Adams. Pero, tranquilos. Todo está previsto. Si se produce un empate, la Cámara de Representantes lo deshace con una votación en la que a cada Estado se le asigna un voto y el Senado hace lo propio con el vicepresidente.

Los Fundadores de la República se inclinaron por el voto indirecto para proteger los intereses de los Estados más pequeños e impedir que los presidentes procedieran siempre de los Estados más grandes y populosos. Una prueba más de la teoría de los controles y equilibrios sobre la que se basa la bicentenaria Constitución estadounidense.

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