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LA OFENSIVA TERRORISTA

La banda amenazó por carta al trabajador asesinado durante el secuestro de Ortega Lara

Máximo Casado, el funcionario de prisiones asesinado ayer por ETA, murió en el acto, totalmente destrozado, dentro del garaje colectivo del bloque de viviendas en que vivía, cuando cogía su coche para incorporarse a su turno de trabajo en la cárcel de Nanclares de la Oca. Casado había recibido cartas amenazantes de ETA, como otros funcionarios penitenciarios, durante el secuestro de su colega José Antonio Ortega Lara, según reveló ayer el sindicato Comisiones Obreras, del que el fallecido era militante. Sus compañeros afirmaron ayer que Casado se mostraba inquieto en los últimos tiempos al percibir un cierto acoso y había aconsejado a su esposa que tomase precauciones al coger el vehículo.

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Según sus compañeros y personas que ayer visitaron a la familia, Casado se sentía acosado en los últimos tiempos: recibía llamadas de madrugada, su coche fue rayado y su buzón marcado con las siglas ETA y PP. También había mantenido algún enfrentamiento público con los padres de dos jóvenes radicales de su vecindario, lo que le incomodó más. De hecho, "todo el mundo en la prisión conocía estos episodios, que le inquietaban", indicaron compañeros suyos.Casado murió destrozado por una bomba lapa colocada en los bajos de su vehículo y compuesta por entre 1,5 y 2 kilos de un explosivo por determinar, con un mecanismo de activación muy sensible, ya que el turismo, un Citroën Xsara, apenas se movió de la plaza antes del estallido. La explosión no afectó a la estructura del edificio y sólo dañó los dos vehículos aparcados en las plazas contiguas a la de Casado, en la primera planta de las dos que tiene el garaje.

El ministro del Interior, Jaime Mayor, quien se desplazó de inmediato a Vitoria, dejó abierta la sospecha de que los autores del crimen sean personas implicadas en la lucha callejera, que han pasado a realizar atentados de envergadura. Así ha ocurrido, por ejemplo, con los dos recientes detenidos del comando Andalucía: Harriet Iragi y Jon Igor Solana.

El estruendo sacudió el bloque de viviendas, en la calle Beato Tomás de Zumarraga, en cuyo número 80 vivía Casado con su familia, y sacó a la calle a los vecinos. En la misma zona de Vitoria se han registrado en los últimos meses otros tres ataques: una bomba, reivindicada por ETA, contra una sucursal de Caja Vital, y sendos episodios atribuidos a los autores de la kale borroka contra el domicilio de dos hermanos, miembros de Nuevas Generaciones del PP, y el de un agente de la Guardia Civil.

El Ministerio del Interior alberga sospechas de que ETA tiene en esta barriada de Vitoria algún colaborador legal (no fichado) que le facilita información y que podría haber proporcionado también los datos sobre el funcionario asesinado, su vehículo y la plaza de garaje en que acostumbraba a aparcarlo.

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La policía vasca acordonó durante horas la zona, comprobó las matrículas de los vehículos aparcados en las inmediaciones y los inspeccionó con perros adiestrados en la detección de explosivos. El cadáver de Casado fue levantado a las 11.30 y una grúa retiró una hora después su coche.

Entre las personas que bajaron a la calle se encontraba la esposa del fallecido, Concepción Jaular, que intentaba enterarse de lo ocurrido y desconocía aún que el objetivo del atentado había sido su marido. La mujer fue informada en el mismo portal de la vivienda por ertzainas, que la acompañaron de vuelta a su vivienda. Allí se encontraba su hija menor, Zulaika, de 10 años. Ambas recibieron la asistencia de una psicóloga. El otro hijo, Marino, de 18 años, cumple el servicio militar en Cartagena.

"Entera e indignada"

Quienes visitaron en las horas siguientes a la viuda de Casado, afirmaron haberla encontrado "entera, dolida e indignada", en palabras del secretario socialista de Álava, Javier Rojo. Una de las situaciones más dolorosas se produjo cuando el padre del funcionario telefoneó desde León tras enterarse de que se había producido un atentado en Vitoria, pero sin saber que la víctima era su hijo. Su propia nuera tuvo que decírselo.La viuda recibió con gran entereza a las autoridades y cargos populares y socialistas que se acercaron al domicilio, así como a compañeros de su marido, entre ellos el subdirector de la prisión de Nanclares. Concepción Jaular se negó, sin embargo, a hablar con dos consejeros del Gobierno vasco, que fueron de los primeros en llegar al lugar. El lehendakari, Juan José Ibarretxe, y el presidente del Parlamento vasco, Juan María Atutxa, ofrecieron su pésame y consolaron a la viuda y al resto de la familia en la capilla ardiente instalada en la Subdelegación del Gobierno, repleta de militantes de CC OO.

Es probable que el comando Araba de ETA, al parecer autor del asesinato, pueda contar con más efectivos y medios de los que la policía le adjudicaba, a pesar de los tres golpes policiales que ha sufrido entre diciembre de 1999 y agosto, en los que perdió gran cantidad de explosivos y armamento y vio afectada su infraestructura. La Ertzaintza dio inicialmente por desarticulado el citado grupo el 19 de agosto en una operación en que se detuvo a cinco personas -otras tres consiguieron huir- y se registraron seis pisos, en los que sus agentes hallaron 30 kilos de explosivos y cinco bombas lapa.

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