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La última colonia del Ter

Miquel Noguer

Desde hace un siglo, la colonia textil de Borgonyà (Osona) es conocida como el pueblo de los ingleses. El apodo, motivado por la procedencia británica de los fundadores de la colonia, la familia Coats, ha dejado de tener sentido con el reciente cierre de la fábrica después de 105 años de historia. Las crisis del textil y la feroz competencia de países con mano de obra más barata hicieron languidecer la emblemática fábrica Coats Fabra, antigua Fabra y Coats. "La mala gestión ha hecho el resto", denuncian los sindicatos. La singularidad de la colonia de Borgonyà se debe a que siempre estuvo profundamente marcada por el carácter británico de sus fundadores. La urbanización de las calles, los pequeños jardines de las casas y el ladrillo de las paredes confieren a este núcleo un carácter puramente inglés. Y se ha conservado hasta el día de hoy. La estructura de colonia también se ha mantenido: al lado del río se encuentra la fábrica, un poco más arriba las viviendas de los obreros y, a media ladera, sobresalen los chalets de los amos con la iglesia al lado. "El poder siempre está arriba para controlar", recuerda irónicamente una vecina de las llamadas casas de los trabajadores.

El control y las duras condiciones laborales son la cara más amarga de la colonia. Su aislamiento, en parte motivado por la necesidad del agua del río Ter, también responde a la voluntad de la empresa de tener a sus trabajadores alejados de la ciudad y de las ideas que en ella se cocían. Una de las maestras que trabajaron en la escuela de la colonia, Maria Carme Llinares, explica: "Desde pequeña recuerdo haber visto guardias de la empresa por las calles. Aquello daba tranquilidad, pero ahora veo que era la forma de controlarnos". Los amos también tenían un archivo en el que se anotaban todas las incidencias de los trabajadores: una borrachera en el bar del pueblo o un comentario político subido de tono era motivo de apertura de expediente.

En la colonia todo era propiedad de los amos. Desde el cine, en el que se proyectaron las mejores películas británicas y españolas de estreno, hasta el economato pasando por la escuela. "Aquí no se vivía mal", asegura una vecina, que aún recuerda la actuación de Antonio Machín en el teatro de la colonia.

La mano protectora de la empresa también afectaba a las viviendas, unas casas de entre dos y cuatro habitaciones por las que los obreros pagaban poco más de seis pesetas mensuales. Este precio, que variaba según las dimensiones de la vivienda, se mantuvo hasta los años setenta. Después pudieron comprarlas.

El paternalismo aún llegaba más lejos. "Hasta el cura estaba pagado por la empresa", asegura la concejal de Borgonyà Enca Casarramona. Esta edil tiene ahora un duro trabajo por delante: Borgonyà, dependiente del municipio de Sant Vicenç de Torelló, tiene una población de 500 habitantes, notablemente envejecida y con muy pocos atractivos para los jóvenes.

Los responsables de Coats Fabra justifican el cierre porque "el hilo que aquí se producía ya no tiene salida". Uno de los directivos, Antonio de Francisco, mantiene, en contra de lo que aseguran los sindicatos que "aquí se perdía dinero". Ahora, parte de la producción que se hacía aquí se trasladará a las fábricas que la empresa tiene en países subdesarrollados.

Pero Borgonyà tiene futuro. El Ayuntamiento pretende fomentar el turismo y las visitas escolares para que los niños estudiantes conozcan cómo se vivía en una colonia fabril. "Con una visita de unas horas los chavales recordarían para siempre lo que fue la revolución industrial", considera la antigua maestra de la colonia. El turismo revitalizaría la única tienda del pueblo, que cierra casi todo el fin de semana, ajena al permiso concedido por el obispo de Vic en 1894 para que en la colonia se trabajara hasta los días festivos. Un permiso que, por cierto, sólo afectaba a los obreros.

La cuna del fútbol

El fútbol es motivo de orgullo en Borgonyà. No en vano, los trabajadores de esta colonia fueron unos de los pioneros de toda Cataluña en conocer el juego de la pelota de la mano de los ingenieros ingleses que trabajaban en el pueblo.De poco sirvieron las explicaciones de los técnicos extranjeros que se esforzaban en explicar a los trabajadores catalanes que aquel juego se llamaba football. Para los primeros vecinos de Borgonyà, aquello siempre fue fotbal. Los jóvenes que vivían en las primeras casas de Borgonyà aprendieron rápidamente el juego y la fábrica subvencionó la creación del primer equipo de Osona. Aún hoy, el campo de fútbol del Borgonyà es, por su impecable césped, uno de los mejor considerados de la zona. Ahora el Ayuntamiento de Sant Vicenç de Torelló quiere negociar su compra con Coats Fabra.

El principal rival del equipo de Borgonyà fue, durante mucho tiempo, el de la fábrica barcelonesa del barrio de Sant Andreu, también propiedad de los Coats. La rivalidad era máxima. La camiseta del equipo era con rayas blancas y negras, algo que generó más de un comentario burlesco. El motivo? El blanco y el negro fueron, durante muchos años, los dos únicos colores en que se teñía el hilo de la fábrica.

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Sobre la firma

Miquel Noguer
Es director de la edición Cataluña de EL PAÍS, donde ha desarrollado la mayor parte de su carrera profesional. Licenciado en Periodismo por la Universidad Autónoma de Barcelona, ha trabajado en la redacción de Barcelona en Sociedad y Política, posición desde la que ha cubierto buena parte de los acontecimientos del proceso soberanista.

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