La Cumbre del Milenio intenta definir las reglas de juego de la globalización
El futuro debería empezar mañana. Lo más probable, sin embargo, es que el mundo siga viviendo en un precario presente. La Cumbre del Milenio de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), que reunirá en Nueva York entre el miércoles y el viernes a 155 jefes de Estado y de Gobierno en una concentración de poder sin precedentes en la historia, tiene un programa ambicioso para el siglo XXI y unas limitadas posibilidades de éxito.La reforma de la propia ONU y la creación de cauces para la globalización son los ejes del debate.
Prevenir conflictos
Lo urgente suele anteponerse a lo importante. Y lo urgente, para los asistentes a la cumbre, son los problemas diplomáticos de hoy mismo: la inminencia de la fecha límite para que se alcance un acuerdo sobre el proceso de paz en Oriente Próximo, la normalización de las relaciones comerciales entre China y el resto del mundo y la necesidad de créditos por parte de Rusia, por citar algunos ejemplos. La cumbre fue convocada en 1998. Y el secretario general de la ONU, Kofi Annan, ha trabajado a conciencia para no desaprovechar la ocasión. En su informe a la Asamblea, Annan reconocerá que la globalización permite un crecimiento económico extraordinario y ofrece oportunidades para todo el planeta, pero subrayará que la riqueza se distribuye de forma cada vez más desigual -1.200 millones de personas sobreviven con menos de un dólar diario- y que la nueva economía carece de reglas sociales. La ONU, según Annan, debería actuar como regulador de la globalización.
El secretario general describirá los peligros que acechan al conjunto de la aldea global -terrorismo, contaminación, destrucción de la capa de ozono y del clima, propagación de las enfermedades, migraciones masivas- y pedirá nuevos instrumentos para que la ONU pueda actuar. Planteará, entre otras medidas, un plan -mal visto desde el Tercer Mundo- para que la ONU pueda cooperar con grandes corporaciones privadas.
La compañía sueca Ericsson, por ejemplo, se compromete a asegurar las comunicaciones en las operaciones de ayuda urgente a afectados por catástrofes naturales como terremotos o inundaciones. Lo más importante, en opinión de Annan, es reformar el Consejo de Seguridad (debería ser más amplio y menos sujeto a vetos) y dotar a la ONU de auténtica capacidad de intervención para prevenir conflictos.Para lograr esto último, solicitará que el Consejo de Seguridad no apruebe intervención alguna sin asegurarse previamente de la disponibilidad de tropas; que esas tropas puedan hacer uso de un determinado grado de fuerza, y que se establezca un código penal internacional aplicable allí donde las leyes locales dejen de ser válidas como ocurre en Timor Oriental. Fracasos sangrientos como los de Ruanda o Bosnia pesan mucho en la conciencia de Annan, y han dañado terriblemente el prestigio de los cascos azules, de los que 35.000 permanecen hoy distribuidos en 14 países.
Los días previos al inicio de la cumbre no invitan al optimismo. Estados Unidos, país anfitrión e indiscutible líder político y económico en el arranque de la globalización, en teoría máximo financiador del presupuesto de la ONU, mantiene una deuda de 1.700 millones de dólares (unos 300.000 millones de pesetas) con la organización. A pesar de ello, Bill Clinton pedirá a los países miembros que aporten más fondos.
El novedoso ensayo de otorgar la presidencia de la Asamblea General a dos países, Namibia y Finlandia, tampoco facilita las cosas. Finlandia se queja de haber sido marginada por Namibia, que ostenta la presidencia hasta el martes, en la redacción del borrador del comunicado final; Namibia acusa a Finlandia de filtrar el contenido de ese borrador.
Lo que puede esperarse es un compromiso (tan formal como el adquirido en la Cumbre de Río sobre medio ambiente, de célebre incumplimiento) por el que los países miembros se darán plazo hasta el año 2015 para reducir a la mitad la pobreza extrema en el mundo (los 1.200 millones que sobreviven con el dólar diario), para que la incidencia del sida empiece a decrecer y para que todos los niños tengan acceso a la educación primaria.
Habrá también estos días una frenética actividad diplomática. Bill Clinton intentará forzar un encuentro de última hora entre el primer ministro israelí, Ehud Barak, y el líder palestino, Yasir Arafat. El presidente ruso, Vladímir Putin, tratará de convencer a los dirigentes occidentales de que el Fondo Monetario Internacional debe ser más generoso con Rusia. Y Fidel Castro ejercerá su papel habitual -la manifestación contra él será la más numerosa de las 91 convocadas en Nueva York para esta semana-, ayudado por el presidente venezolano, Hugo Chávez, que exige disponer de 30 minutos en el estrado, frente a los cinco que han sido concedidos a absolutamente todos los oradores.
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