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Los nacionalistas corsos proclaman su unidad ante la nueva oferta de autonomía de Jospin

Durante tres días, en Corte, la capital histórica de la isla de Córcega, el nacionalismo corso ha reunido a sus distintas familias. El contexto es especial, distinto del de años anteriores, cuando la guerra entre bandos y contra el Estado francés era la norma. Ahora se discute sobre los distintos futuros que se le abren a la isla. "Los halcones están en París", afirma Jean-Guy Talamoni, diputado en la Asamblea corsa y líder de Corsica Nazione. "Nosotros somos independentistas; otros son contrarios a la independencia, pero lo que nos une es Córcega", dice Talamoni.

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"Hoy quiero transmitir un mensaje de paz y esperanza a los nacionalistas", concluye Talamoni conciliador refiriéndose a todos los partidos que, el pasado 28 de julio, votaron a favor de la propuesta gubernamental para ampliar las competencias del estatuto insular. "El reto a partir de ahora es que el naionalismo tenga capacidad de encontrar coherencia sin desfallecer para imponer una relación de fuerzas políticas a un Estado que, ciertamente, no nos hará ningún regalo", añadió el líder nacionalista.

Talamoni rinde homenaje a los clandestinos porque, según él, "hay que recordar que sin violencia política durante 30 años ya no existiría el pueblo corso". Pero también sabe mostrarse pacificador: "Estoy convencido de que los clandestinos quieren la paz. La violencia política no es un fin en sí misma".

No obstante, la reunión nacionalista concluyó que los "Ejércitos clandestinos" no se disoverán por el momento. Continúa la tregua con el Estado francés y se trabajará en esta nueva vía de acción política, pero también continúa latente la presencia de los movimientos armados clandestinos. Según Pierre Poggioli, dirigente nacionalista que rechazó la disolución de los grupos clandestinos, es importante que el proceso consiga que "la clandestinidad no tenga razón de ser y razón de actuar".

La iniciativa adoptada por Lionel Jospin el 13 de diciembre de 1999, cuando invitó a todos los grupos presentes en la Cámara corsa a participar en un debate que ha desembocado, seis meses después, en un texto que reconoce nuevos derechos a los corsos, está contribuyendo a modificar el paisaje político de la isla.

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Reunificación de familias

Los independentistas y autonomistas tantean en Corte la hipótesis de la reunificación de las familias enfrentadas. A Cuncolta Indipendentista y Corsica Nazione, junto con otros grupos minoritarios, se plantean transformar Unita, una plataforma conjunta, en partido que les represente a todos. Y en fuerza capaz de negociar, tanto la cuestión de los presos políticos como la de convertirse en insignia electoral creíble.Para la Union di Populu Corsu (UPC), presente en Unita, "la via de la clandestinidad está superada y puede convertirse en freno para el proceso de Matignon" que "abre la puerta a la paz civil". La UPC y los menos radicales aceptarían la distinción entre "delitos de sangre" y "atentados materiales" a la hora de resolver el problema de los "presos políticos" (una treintena, todos encarcelados cerca de París) y negociar una amnistía.

No es el caso de la Associo Patriottu que insiste en "la necesidad de acompañar el proceso de paz emprendido con Francia estudiando el destino de los presos políticos. Una amnistía es la condición de una paz duradera y esa amnistía deberá ser entera, pues toda apreciación selectiva pondría en cuestión la validez del proceso de paz".

La división del nacionalismo parece pues tan lejos de resolverse como la escasa representatividad de la sopa de letras que acompaña ese minifundio político. Pero la dinámica creada por la aparición de Unita y la intervención de Jospin, que hace nacer esperanzas de cambio con sus propuestas, quizás logren modificar el panorama político en cantidad (hay más de seis ejércitos clandestinos en una isla de 250.000 habitantes) y calidad (la demagogia y el oportunismo no son características extrañas a los movimientos corsos).

La iniciativa de Jospin ha sido desaprobada, es público y notorio, por el ministro del Interior, Jean-Pierre Chevènement. El presidente Jacques Chirac, por su parte, ha sido prudente a la hora de valorarla. Chirac pide que que se reconozcan "las especificidades insulares" y que los corsos puedan "controlar los problemas que les conciernen". Pero todo eso "respetando los principios de nuestra República y su unidad", advierte con precaución el presidente de los franceses.

Entre los gaullistas llueven las críticas y una encuesta interna del partido realizada a través de Internet testimonia que el 98% de los militantes cree que "las propuestas del Gobierno son peligrosas para la unidad" de Francia.

Jacques Attali, ex consejero de François Mitterrand, ha escrito en L'Express que la puerta abierta por Jospin "sólo puede transformar Francia, si todo va bien, en una gran Bélgica, y si las cosas van mal, en una pequeña Rusia". Para Robert Badinter, ex ministro de Justicia de Mitterrand, "Francia, si se acepta que haya leyes que sólo sean votadas por la Asamblea corsa, deja de ser una e indivisible" para transformarse "en una especie de Estado neofederal".

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