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La caída más honda.

Se ha quedado sin nadie que le defienda el ex canciller federal Helmut Kohl. Pero, además, ha dejado ya de dar pena a sus conciudadanos. Y todo indica que pronto podría verse en una situación procesal más que precaria. Difícil recordar algún precedente para tan vertiginosa caída desde las cumbres del poder y el prestigio mundial a las simas de la ignominia. Cuando surgió el escándalo con su confesión de haber ocultado ilegalmente fondos dedicados a la financiación de la Unión Cristianodemócrata (CDU) fueron muchos, probablemente la mayoría en la opinión publica alemana e internacional, que percibieron el caso como una tragedia personal de alguien que, tras tantos años de servir a su pueblo desde la cúpula, había dejado de prestar toda la atención necesaria a las reglas. El gran estadista Kohl no habría reparado o habría infravalorado las irregularidades que estaba cometiendo, querían convencerse tantos de los amigos, colaboradores, seguidores y votantes del ex canciller democristiano. Condenable por supuesto, pero explicable.Por desgracia para todos, para él por supuesto, para su partido, la CDU, pero también para todos los que confiaron en él y para la propia democracia, ya se sabe que no fue así y no fue eso. Al menos no sólo eso. Hay mucho todavía que aclarar y serán la comisión parlamentaria creada al efecto y después los tribunales quienes habrán de definir y juzgar lo sucedido. Pero el informe presentado por el investigador especial que la cancillería federal nombró para establecer los hechos y responsabilidades, Burkhardt Hirsch, es para consternar a cualquiera. Kohl puede pasar rápidamente de reo de irregularidades contables a supuesto traidor y encubridor de decenas de delitos. Él no quiere darse cuenta y con una soberbia patética e infantil acusa a todo el mundo de conspirarse contra él y se defiende recordando sus medallas políticas, que nadie le niega pero ya irremediablemente cubiertas de lodo. Es un espectáculo de inmensa tristeza el que Kohl está deparando a todos aquellos que le admiraron y confiaron en él.

Hirsch, del Partido Liberal (FDP), fue ministro y fiel colaborador de Kohl y es un reconocido jurista. Su nombramiento obedecía a la voluntad de la cancillería de Gerhard Schröder de evitar de antemano toda acusación de que tal investigación estaría sesgada y motivada por intereses partidistas. Tras cuatro meses de investigación e interrogatorio de decenas de testigos, Hirsch ha llegado a la conclusión de que, en los días previos a la entrega de poderes a Gerhard Schröder, en la cancillería de Kohl se borraron dos tercios de sus archivos informáticos. En una operación de destrucción de pruebas sólo comparable a la realizada por la Stasi, los servicios secretos de la RDA, tras la caída del muro, la oficina de Kohl eliminó de sus archivos el equivalente a más de 1,2 millones de folios. Dicen sus ex colaboradores, y sobre todo su antiguo secretario de Estado en la cancillería, Friedrich Bohl, que sólo se borraron, en operación rutinaria, documentos políticos y otros accesorios. Sin embargo, de la reconstrucción parcial de diversos archivos se sabe que allí estaban los datos sobre todas y cada una de las operaciones sospechosas de haber nutrido las arcas de la CDU y no sólo de la CDU. Nadie cree ya en las explicaciones y justificaciones de Kohl y sus subordinados, como pocos siguen creyendo que el ex canciller se niegue a dar el nombre de sus donantes por haber dado "su palabra de honor". Cada vez hay más indicios de que quiere protegerse de las consecuencias de muchos más hechos que oculta.

Difícilmente en todo caso va a sumar crédito a su palabra de honor aunque la ponga por encima del juramento que hizo a la república y sus ciudadanos. Nadie espera ya humildad ni sinceridad de Kohl, después de su última comparecencia parlamentaria, arrogante, soberbio y desafiante hacia quienes tienen el deber constitucional de investigar las irregularidades. Ni que confiese ni que ayude a explicar lo ocurrido. Lo trágico es que nadie parecer esperar ya nada de él. Nadie entre tantos millones que le aclamaron es muy poco. Pobre balance para tanto esfuerzo, tanta lucha política y tanta ambición.

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