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La primera quiebra en Internet siembra la inquietud en el sector

La compañía de Internet Boo.com quebró la noche del martes tras la negativa de los inversores a inyectar nuevo capital en una operación que generaba pérdidas en torno al millón de dólares a la semana (unos 186,26 millones de pesetas). Dedicada a la venta electrónica de prendas deportivas de diseño, Boo.com tenía uno de los perfiles más coloridos del sector y el respaldo de firmas como Benetton, LVMH o JPMorgan. Su quiebra pone de manifiesto la fragilidad del éxito de las empresas de Internet.

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Muchas empresas en la red sufrirán este año graves problemas de liquidez

Portada de la revista Forbes en su edición del pasado agosto y con reportajes en Newsweek o Vogue, el campo de atracción de esta aventura de la exmodelo Kajsa Leander y el excrítico de literatura Ernst Malmsten, ambos de nacionalidad sueca, saltó a gran velocidad desde su sede londinense, en Carnaby Street. Su fracaso es el más sonado en la corta historia de la nueva economía de Internet en Europa. Boo.com se fundó la primavera de 1999 con respaldo de 135 millones de dólares (25.145 millones de pesetas), la inyección de capital más elevada para una compañía europea en la Red. Entre los inversores destacan Bernard Arnault, presidente del grupo LVMH, que controla entre otras la firma Vouitton, la familia Benetton y el banco de inversión estadounidense JPMorgan.

La negativa de los accionistas a inyectar los 30 millones de dólares (5.587 millones de pesetas) que Malmsten, el director ejecutivo, solicitaba para reestructurar la compañía provocó la suspensión de pagos y el despido ayer de los 300 empleados. La falta de control sobre la espiral de costes fue, según su propio fundador, la causa final del fracaso. "Hemos sido demasiado visionarios. Queríamos que todo fuera perfecto y descontrolamos los costes", señaló al diario Financial Times. A pesar de la ingente campaña de promoción que se ha realizado, la empresa no ha podido sobrevivir.

Futuro incierto

El colapso de Boo.com puede repercutir en la industria europea de Internet, que se tambalea por la reciente caída en bolsa de los valores tecnológicos. La quiebra de esta empresa fomentará la moderación entre los inversores y la selección de aquellas propuestas de negocio en Internet con un valor añadido. "El modelo de negocio debe incluir elementos innovadores y utilizar todas las eficiencias que aporta la Red", defiende Fernado Díez, de E-Start.com, firma londinense de asesoría e inversiones en Internet.

Para este especialista del sector, la quiebra de Boo.com es "una corrección razonable, una señal de alerta que se venía presintiendo". "Nacieron con un sofisticado sistema de logística, que luego corrigieron, contrataron personal en exceso e intentaron crear una marca sin atender al cliente. Se adelantaron en el modelo", señala.

Los problemas tecnológicos causaron un retraso de seis meses en el lanzamiento de Boo.com en la Red y, una vez en marcha, el pasado noviembre, las imágenes tridimensionales de los productos resultaron demasiado sofisticadas para el nivel medio del equipo informático de los navegantes. El diseño de sus artículos cautivaba, pero la lentitud al cargar las páginas desincentivaba aún a los más ávidos compradores. La apertura de las páginas se demoraba -una transacción completa podía llevar más de 30 minutos- y el despegue de las ventas llegó tarde para garantizar nuevas inversiones.

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