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EL JUICIO POR EL 'CASO LASA-ZABALA' Los forenses confirman las lesiones sufridas por los etarras antes de morir

Los peritos forenses que comparecieron ayer en el juicio por el caso Lasa-Zabala corroboraron las lesiones que padecieron los etarras antes de morir. Los forenses describieron cómo estaban los cadáveres en la fosa de Busot (Alicante), desnudos, atados, amordazados, con los ojos tapados y cubiertos de apósitos cicatrizantes en el tórax, los muslos y los pies. Los facultativos narraron también cómo el cadáver correspondiente a Lasa presentaba un brazo roto y la funda de un diente arrancada, y el de Zabala, fracturados los huesos de la nariz y lesionados los extremos de dos costillas.

Los forenses sostuvieron que Lasa murió como consecuencia de un disparo en la nuca y Zabala, por dos: uno le entró por la parte posterior del cuello y le salió por la cara, pero no le mató instantáneamente, y el segundo tiro era de gracia, mortal de necesidad, en la nuca. Le atravesó el cerebro.La existencia de los apósitos y gasas con linitul (medicamento para la cura de heridas y quemaduras) supone para los forenses la existencia de lesiones previas a la muerte de ambos jóvenes, aunque la presencia de unos 100 kilos de cal viva sirvió para desfigurar y quemar las partes blandas de los cadáveres y hacer más difícil su identificación.

La única discrepancia aparente se produjo sobre si la pérdida de las uñas de los cadáveres se debía a causas naturales o si por el contrario se las habían arrancado previamente. El forense Antonio Bru, que estudió los cadáveres en 1985 y 1995, supuso que habían sido arrancadas y que su pérdida no fue por efecto de la putrefacción, porque en ese caso habrían sido encontradas.

Discrepancia

Sin embargo, los peritos Francisco Echevarría, Luis Miguel Querejeta y María del Carmen Baigorri, se inclinaron por la putrefacción como causa del desprendimiento de las uñas, ya que se encontraron restos de ellas en el cribado de la cal que realizaron técnicos del Instituto Nacional de Toxicología. Jesús Aguado, miembro del INT, señaló que no se podía afirmar ni descartar que las uñas hubieran sido arrancadas antes de morir.

Querejeta explicó que el cadáver de Lasa presentaba un brazo roto y arrancada la corona de un incisivo superior lateral derecho y que ello sólo pudo deberse a un golpe o a que fue arrancada premeditadamente. Sin embargo, precisó: "Es imposible demostrar que se produjeran torturas".

Alejandra Gutiérrez relató que el cadáver de Zabala tenía lesiones en los huesos propios de la nariz y también en los extremos de dos costillas, aunque dijo que no se podía determinar si se habían producido con anterioridad a la muerte.

Antonio Alonso, también del Instituto de Toxicología, detalló que tras el cotejo del ADN con los de los padres de Lasa y Zabala, los restos encontrados se correspondían con los etarras con una probabilidad del 99,998%.

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