Liberación del ex dictador chileno
La liberación del ex dictador chileno es una noticia nefasta para todos los demócratas. La forma subrepticia y casi alevosa en que se ha llevado a cabo resulta difícil de conciliar con el funcionamiento habitual de la justicia en el Reino Unido. Por encima de cualquier posición política, los defensores de los derechos humanos están de luto.Es cierto, sin embargo, que las posibilidades de enjuiciar al senador vitalicio son hoy mayores que antes de que se iniciara este proceso, y en ese sentido, el loable esfuerzo de muchos no ha sido en vano. El caso no está cerrado, ni mucho menos, y no debe cerrarse hasta que se haga justicia.
Otro efecto positivo "colateral" ha sido la clarificación de las posturas de los partidos políticos y personajes de la vida pública española. El Gobierno ha adoptado una actitud que, aun tratando de guardar las formas para evitar aparecer públicamente como defensor del ex dictador, ha dejado bien clara su oposición frontal a su enjuiciamiento.
El resultado de esta disonancia ha sido una política errática y plagada de sinsentidos. Desde la reacción inicial del presidente, afirmando que el enjuiciamiento de Pinochet sería negativo (porque supuestamente incitaría a otros dictadores a permanecer en el poder), hasta las últimas declaraciones del ministro Matutes afirmando exactamente lo contrario, todo ha sido una demostración práctica de lo que un Gobierno responsable no debe hacer. Siempre, eso sí, tratando de terminar con el proceso, de preservar los intereses económicos de una minoría, y tal vez incluso con otros objetivos aún menos confesables.
No ha comprendido el señor Aznar ni su Gobierno que se puede ser conservador y estar contra la tortura y el asesinato; por fortuna, muchos otros sí que lo entienden así. La defensa de los derechos humanos debería estar por encima de los intereses partidistas.- .
