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Ciudadano Nif JOSEP RAMONEDA

Josep Ramoneda

Aznar sigue cargando la cesta de los regalos electorales. El candidato promete, después -si llega- el presidente dispone. A menudo, entre promesa y disposición hay larga distancia. La que va de hablar a gobernar. Es una regla de la democracia que los ciudadanos conocen bien. De ahí que acumular promesas no es garantía de éxito. Depende de la credibilidad del que las hace y del modo cómo se presentan. El que promete demasiado acaba generando desconfianza.En cualquier caso, con su nueva promesa de rebajar impuestos, Aznar ha recuperado la iniciativa mediática de campaña. A pesar de que se trata de una promesa a tres años vista y condicionada al estado del déficit. Es decir, mucho ruido, pero más indefinición. Pero lo más sorprendente es que la izquierda no reacciona. Se limita a hablar de oportunismo. Un debate menor que no conduce a ninguna parte. ¿Qué no es oportunismo en campaña? ¿De qué hay que hablar sino de los temas que interesan a los ciudadanos?

En pleno debate mediático sobre la rebaja de Aznar, un grupo de empresarios -con Cuevas a la cabeza- le hicieron saber a Almunia que votaban al PP. ¿Alguién lo dudaba? En vez de utilizar electoralmente el spot que Cuevas les regalaba, a los socialistas (con la excepción de González, todo hay que decirlo) les entró la parálisis facial a la que parecen sucumbir últimamente los políticos de la izquierda cada vez que se sientan en la mesa con algunos empresarios. Una cosa es haber abandonado el discurso de la lucha de clases y otra quedarse deslumbrado por el peso en dinero de los interlocutores.

¿Por qué la izquierda tiene tanto miedo de sí misma? Una cosa es no oponerse a una bajada de impuestos -¿quién no quiere pagar menos?- y otra no criticar la deriva ideológica que hay detrás de la iniciativa de Aznar. Como siempre en este país vamos con retraso. La fase en que los impuestos eran el tema central de campaña ya ha sido superada en lugares más avanzados que el nuestro. Pero la derecha llegó cuando llegó y tiene que hacer su camino. Centrar la oferta política sobre la rebaja de impuestos no es sólo demagogia electoral. Es abundar en una dirección conocida: la reducción del ciudadano -sujeto político- a contribuyente insolidario, un ciudadano Nif, al que sólo debe preocupar pagar menos y seguir tirando. Se comprende que éste sea el ciudadano ideal para el que gobierna y para el señor Cuevas, porque es mucho más manejable que el ciudadano políticamente activo en defensa compartida de sus derechos e intereses. Pero por este camino no se hace sino cumplir el designio thatcheriano de sustituir la sociedad por la simple agregación de individuos. Como toda utopía -y este sueño neocapitalista lo es- tarde o temprano pasa factura. No sólo de pan vive el hombre. Los profesionales de lo identitario, los predicadores, los populistas acuden prestos a proponer sus recetas ante el vértigo que la soledad genera al ciudadano Nif.

El Estado presta una serie de servicios. El ciudadano es también un cliente. Al ciudadano Nif se le pide que coja el dinero y calle. Pero de nada le sirve una propina en los impuestos si después la sanidad no funciona, la educación es un desastre y las infraestructuras están lejos de esta Europa con la que tanto se llenan la boca nuestros gobernantes. Cuando el ciudadano constata esta realidad la propina le parece una tomadura de pelo. Por eso el debate en otros países que ya pasaron el sarampión de la derecha está en la calidad y la universalidad de los servicios que el Estado ofrece y no en los recortes más o menos oportunistas de impuestos. ¿Qué pasará el día que el ciclo económico cambie? Aznar ya ha dicho que no volverá a presentarse. Es un gesto que le honra. A mi parecer, una de sus mayores aportaciones a la renovación de los modos de hacer política. Pero ello no le autoriza a desentenderse de lo que pase cuando se presenten otros.

¿Para qué está la izquierda sino para defender la condición política del ciudadano antes de que sea reducido al papel de ciudadano Nif? Para hacer lo mismo que la derecha no hace falta. La derecha lo hace mejor. Cuevas lo tiene claro.

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