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EDUCACIÓN

El campo de batalla

Isabel Ferrer

Uno de cada cuatro escolares británicos de primaria dice haber sido víctima de intimidación por parte de otros compañeros en su centro docente. En 1997, este tipo de acoso fue citado como la principal causa del suicidio de 766 menores. Temerosa de que muchas familias acudan a los tribunales, la Asociación Nacional de Directores de Centros Docentes acaba de publicar en el Reino Unido una nueva guía para evitar los abusos.

Si bien la mayoría de las escuelas británicas cuenta con lo que denominan "principios contra la intimidación", tanto los padres de los alumnos como los profesores prefieren resolver este tipo de denuncias sin echar mano del reglamento.En realidad, la primera cláusula del mismo aconseja hablar con el maestro del alumno supuestamente acosado. Si una vez expuesta la reclamación, siempre difícil de demostrar al principio, el docente no llega a reaccionar -o niega de plano cualquier roce entre los niños-, los progenitores pueden acudir a la dirección.

Dicho gesto pone en marcha un mecanismo más complejo, que podría culminar con una costosa demanda ante las autoridades educativas locales.

Para evitarla, la nueva guía patrocinada por la Asociación de Directores le pide al profesorado que analice los cambios de comportamiento de sus pupilos y vigile a conciencia "el campo de batalla emocional" que son los patios de recreo.

En el Reino Unido, los niños de primaria son vigilados en los recreos por unos ayudantes, que están también en los comedores. Las peleas son evitadas, pero cualquier otro tipo intimidación es más difícil de percibir.

Lucha para prevenir la intimidación en las escuelas del Reino Unido El acoso físico y psíquico causó en 1997 el suicidio de 766 menores

Lastrado por sus actos, los valentones de escuela -que se dan en uno y otro sexo- tienen siempre una cosa en común: buscan una víctima que les parezca vulnerable a sus ataques. La timidez y las diferencias de raza, religión, peso o estatura suelen perfilar el retrato de la víctima, que no se atreve a denunciarlos. Presentado el abuso en forma de empujones y golpes, insultos, humillaciones o racismo puro, el silencio de su receptor tiene a veces consecuencias trágicas. El caso más reciente es el de Danielle Goss, una chica de 15 años que tomó una sobredosis de analgésicos al despuntar el nuevo milenio. La noche antes de su muerte, la llamaron a casa para insultarla sus atormentadoras compañeras de colegio.Teniendo en cuenta el tradicional mutismo del acosado, la nueva guía aconseja a los profesores del sector estatal que observen bien a sus alumnos en busca de algún cambio, por insignificante que sea, en su comportamiento. Las faltas de asistencia, la pérdida constante de cosas, los deberes sucios y los cuadernos y libros estropeados sin motivo aparente son algunas de las señales de alarma con los niños. Entre los adultos resulta más fácil descubrir al culpable. Suele ser un superior que explica el trabajo extra impuesto al subordinado como "una forma de gestión firme" del colegio.

Anthony Ratcliffe, antiguo subdirector de escuela que ha recibido 23 millones de pesetas después de haber demandado a su jefe por abuso psíquico, dijo que devolvería la suma si con ello pudiera dar marcha atrás y evitar las humillaciones padecidas. El padre de Stephanie, una niña de seis años que es objeto constante de acoso por parte de otra alumna, ha optado por la vía más directa. Descontento con la falta de apoyo de la dirección, piensa demandar al centro docente en su conjunto, y así lo ha hecho saber al Ministerio de Educación.

Abocados al litigio

"Hay que erradicar cuanto antes este tipo de intimidación escolar. Muchos centros cuentan con su propia guía de conducta, pero vivimos en una sociedad abocada al litigio. Los casos que llegan a los tribunales dañan la reputación del colegio y es responsabilidad de todos evitarlo", ha señalado David Hart, secretario general de la Asociación de Directores. Sus críticos le reprochan que parezca fijarse más en la cuantía de las indemnizaciones obtenidas por las víctimas que en el calvario sufrido. O que no haya aprovechado estudios como el del psicólogo Dieter Wolke, de la Universidad de Herefordshire, que retrata al valentón de dos formas distintas. En su estado puro -es decir, ajeno al daño infligido- y como un menor que maltrata porque también él fue maltratado en su día.

A los profesores de los causantes del problema, la nueva guía les advierte de que no dejen pasar el tiempo. Al menor indicio de acoso tienen que entrevistar a fondo al supuesto autor, pero siempre separado de la víctima. Otros alumnos, testigos de los hechos, deben ser también preguntados. Los padres de ambas partes serán informados de lo sucedido. En un intento de evitar mayores enfrentamientos, pueden imponerse sanciones al culpable, que recibirá ayuda psicológica.

Otra de sus recomendaciones ha sido peor recibida. "Los directores proponen apretones públicos de manos con sus víctimas. Que sepan que semejante gesto nunca es sincero y humilla aún más al acosado", advierte en el diario The Independent la columnista Deborah Orr. El código de conducta no olvida a los maestros, varios de los cuales han ganado ya demandas millonarias por maltrato psíquico presentadas contra sus superiores.

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