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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

¿Natalidad baja?

Abrumado me encuentro ante la insistencia de nuestro Gobierno para que nuestro país aumente la tasa de natalidad. Se aduce que la población de nuestro país está envejecida y que dentro de algunos años el sistema público de seguridad social puede verse comprometido.El hecho de que un país tenga una población "vieja" no es signo de decrepitud; más bien al contrario, significa que la mayor parte de los individuos que la integran llegan a viejos. Esto, evidentemente, sólo se alcanza en sociedades en las que la mortalidad se concentra en las edades más maduras, al disminuirse la mortalidad en las edades tempranas y medias (tenía entendido que ése era uno de los objetivos de nuestra sociedad). Pero, si el ministro Pimentel y la ministra Tocino quieren que la población sea más joven, lo tienen fácil: basta con no hacer campañas en contra del tabaco, ni de seguridad vial, recortar la cobertura sanitaria y otras medidas por el estilo, y verán cómo la población se rejuvenece.

Porque lo que no creo es que de verdad piensen en rejuvenecer el país a base de traer muchos niños al mundo, que, a su vez, traerán muchos niños al mundo, y que, además, llegarán todos a viejos.

¿Que la situación actual complica el sistema de la Seguridad Social? Pues sí, pero esto es consecuencia del famoso baby-boom. Los jóvenes de hoy día nacimos todos a la vez, hemos sido educados todos a la vez, y todos muy bien (universitarios la mayoría, oiga), nos vamos incorporando al mercado de trabajo cada vez más tarde (en el preciso momento en que la mujer lo hace en idénticas condiciones que el hombre), y nos vamos independizando y reproduciendo cada vez más tarde.

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La situación que vivimos nos lleva a reproducirnos sólo un poquito. Una sociedad en la que escasean las posibilidades de encontrar el trabajo necesario que permita planificar el futuro no facilita mantener una tasa de natalidad elevada. Hoy por hoy, no facilita ni mantener la tasa de crecimiento vegetativo con signo positivo.

Naturalmente habrá que encontrar soluciones al asunto de la Seguridad Social, pero éstas tendrán que pasar necesariamente por asumir la forma de nuestra pirámide de población, así como el número máximo de habitantes admisible bajo las actuales circunstancias (y, viendo cómo evoluciona el tamaño de la población, parece que lo sobrepasamos hace algún tiempo).

Entre las soluciones, se me ocurre que podría aumentarse la edad de jubilación, lo que estoy seguro que mi generación acogería con mayor agrado que ver cómo pasan los años sin poder cotizar. Otra de las medidas a tomar podría consistir en ampliar la gratuidad de bienes y servicios para los jubilados para que no recayera todo el peso sobre la Seguridad Social.

Desde luego, el planteamiento de que faltarán cotizantes en un país con el nivel de paro existente es una burla. Las horas de trabajo tendrían que repartirse ya. La tecnología no nos ha traído trabajar menos, más bien nos ha traído que sean menos lo que trabajen.- Antonio González Hernández. Almería.

Hace unos meses decidí romper la barrera de la familia numerosa y ser madre por cuarta vez. Recibí felicitaciones y, cómo no, reprensiones que me tacharon de irresponsable. Incluso alguien me esgrimió que, siendo yo farmacéutica, no tenía perdón de Dios. Pude contestarle con alguna grosería, pero opté por guardar silencio, dado que en nuestra sociedad materialista el hijo se encarga sólo cuando conviene por aquello de poseer este bien de consumo animado en que hemos convertido la descendencia humana.

Mientras en Suecia las familias numerosas comienzan a marcar un estatus desahogado, en España, país con la natalidad más baja del mundo, algunos se permiten ejercer de inquisidores de la libertad ajena, tratando de locos a quienes conciben un matrimonio abierto a la vida. Pero, para los creyentes, regalar a alguien el título de hijo es elevarlo al mismo tiempo a la categoría de hijo de Dios, con todos los derechos y deberes que conlleva, pero es, sobre todo, destinarlo a ser un individuo feliz y solidario.- Eva Nordbeck Ferraz. Barcelona.

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