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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Gobierno provisional

JORDI PUJOL tomó posesión ayer, por sexta vez, como presidente de la Generalitat catalana y anunció la composición de su nuevo Gobierno. La mayor novedad es la entrada del presidente de Unió Democràtica (UDC), Josep Antoni Duran i Lleida, como consejero de Gobernación y Relaciones Institucionales, un superdepartamento creado ex profeso para corresponder a las ambiciones y al protagonismo del dirigente democristiano en la campaña electoral. El nuevo equipo de Pujol se organiza en dos polos políticos, alrededor de los dos consejeros mejor situados para bregar por la sucesión: de un lado, el propio Duran, y del otro, Artur Mas, el candidato de Convergència y sobre todo de los jóvenes nacionalistas criados en el entorno familiar de Pujol.La presencia del líder de UDC modifica la inercia de los anteriores Gobiernos de Pujol. Incrementa el peso de los democristianos, pero a la vez dota al Gabinete de una personalidad acusada, tras varios años con consejeros de perfil muy bajo y en los que la presidencia concentraba el protagonismo y la capacidad de decisión. El resto del Gabinete, incluyendo a quienes se estrenan, sigue teniendo un débil perfil político. A pesar de que la cultura catalana constituye un elemento medular para el autogobierno y para la propia construcción teórica del nacionalismo, Pujol ha querido situar como responsable al hasta ahora director general de la televisión catalana, Jordi Vilajoana, publicitario de profesión y gestor de medios audiovisuales.

Ha quedado clara desde el principio la provisionalidad del Gobierno, muy acorde con la fragilidad del pacto de investidura que proporcionó la mayoría suficiente a Pujol el pasado 16 de noviembre mediante los votos del PP y la abstención de Esquerra Republicana. La prueba es que Xavier Trias, que encabezará la lista de CiU para las elecciones generales, dejará la Consejería de Presidencia a principios de año para preparar su traslado al Congreso de los Diputados. Y los propios resultados de las generales pueden dar pie a alguna nueva modificación, principalmente si se alcanzara un pacto de legislatura o incluso de gobierno con Esquerra Republicana, tal como desearía un amplio sector de Convergència. La medida de esta provisionalidad es que no está en la agenda del Gobierno la presentación de los presupuestos catalanes hasta bien pasadas las elecciones generales de marzo.

Pujol alcanzó la investidura en un ejercicio de contorsión que le permitió firmar un documento de compromiso con el PP respecto a la intangibilidad del estatuto y de la Constitución y afirmar lo contrario al día siguiente, tras haber prometido durante toda la campaña que no habría pactos con el partido de Aznar. Ahora presenta un Gobierno organizado principalmente en torno al enigma de la sucesión, cuestión que en buena medida dependerá del aprovechamiento político que los dos candidatos hagan del campo de juego que les ha otorgado el presidente. En esta nueva etapa interesará tanto la oposición que haga Pasqual Maragall como la competencia entre Artur Mas y Duran i Lleida para alcanzar la primogenitura.

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