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El cantante Carlos Cano reivindica la copla con un recital que ofrece hoy en el Auditori de Barcelona

Pocos nombres tiene la canción española tan incontestables como el de Carlos Cano. La última vuelta de tuerca que el cantante y compositor granadino acaba de dar a su carrera es un disco dedicado íntegramente a la copla más tradicional. A pesar de que la grabación lleva ya varios meses en el mercado, Cano todavía no había podido presentarla en Barcelona. Esta noche podrá hacerlo en el escenario del Auditori. "La mayor suerte de mi vida es que todavía me sigue apasionando lo que hago", dice Carlos Cano contagiando inmediatamente esa misma pasión. "Yo nunca tuve facilidad para dedicarme a esto. Salir a un escenario siempre me ha parecido aberrante: me he muerto de pudor. El escenario era mi psiquiatra. Escribir canciones ha sido lo que a mí me ha ordenado, me ha hecho madurar como ser humano, me ha hecho observador. Un buen compositor de canciones es aquel que es capaz de sintetizar rápidamente lo esencial y contarlo muy rápido: el universo en tres minutos. Y eso me sigue pareciendo apasionante".

El primer disco de Carlos Cano apareció en 1975; desde entonces el cantante ha editado casi una veintena de grabaciones, las seis últimas en su propia discográfica. Acaba de regresar de Cuba, donde ha grabado varios temas para un futuro disco. Cano le quita mérito a todo ese bagaje y sigue reivindicando, tras un cuarto de siglo de carrera, las pequeñas cosas. "Probablemente lo que más mérito tenga de todo lo que he hecho en la vida han sido dos cosas. La primera parece una broma pero es seria: quitarme de fumar. La segunda, mantener el niño que llevo dentro. Yo que soy aparentemente tan dramático y trágico de la vida resulta que estoy constantemente riéndome y jugando con la alegría".

La manipulación de la creación artística tanto por políticos como por la industria es una de las grandes preocupaciones actuales del músico. "La manipulación de emociones y sentimientos puede hacer tanto bien y tanto mal que no debería estar en manos de la industria. Me duele ver la mala intención con que se les meten determinadas canciones a gente joven que todavía no tiene capacidad de reacción. Es altamente preocupante. La Seguridad Social tendría que recetar música popular porque es la única que sigue cuidando las emociones y los sentimientos que, a fin de cuentas, son la mejor de las medicinas".

En su última grabación, Carlos Cano defiende la copla como un bien cultural necesario que necesita urgentemente ser despojado de un buen puñado de prejuicios heredados directamente del franquismo. "Es necesario reivindicar la copla", afirma. "No hay ninguna geografía musical tan nuestra y tan idónea para describir el mundo de la pasión. Desapareció en los años sesenta y nada la ha suplido. Con ella se fueron el mal gusto y la horterada, pero también grandes canciones y, sobre todo, la pasión de los marginados, la soledad de las mujeres y la soledad de los homosexuales. El franquismo utilizó la copla como estandarte. La juventud de los sesenta, al enfrentarse contra el franquismo, se enfrentó contra la copla, pero desde lugares donde ese mundo no se desarrollaba. Yo he tenido que enfrentarme con muchos intelectuales y hacerles ver que las coplas se comenzaron a escribir en los años veinte y que sin los autores de la generación del 27 nunca hubieran existido", concluye.

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