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Tribuna
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O.K. Corral

Una reflexión sobre la violencia nos trae Eduardo Fuentes al Teatro Central a partir de un clásico del género: La naranja mecánica. Pero en ese otro teatro de la marginalidad y la desmesura sevillana que es el barrio de Las Tres Mil Viviendas se representó, hace unos días, la salvaje realidad de su cotidiana existencia: el enfrentamiento entre dos familias gitanas a tiros y machetazos. Los Madrileños contra Los Cejas. Tras el festival de pipas y pinchos un resultado prometedor para el ranking delictivo del barrio: cuatro heridos, otros tantos detenidos y un arsenal de pistolas y navajas incautado. Un acto más en esa interminable sesión continua de desafueros, violencias, intimidaciones, asaltos, robos y enfrentamientos que orlan el pedigrí de la zona. Tanto para La naranja mecánica de Fuentes en el Central como para lo que ocurre en ese Broadway local de la pendencia, Sevilla no cambia su rol y se empeña en ser simple espectadora de la trama.Hace una semana el fiscal dijo que las 624 Viviendas era un transunto del Oeste americano. O sea, una especie de territorio vaquero donde sobrevive el que desenfunda antes o el que masca con más guapería un palillo de madera porque se sabe arropado por una banda indiscutible. Más claro, como Clint Eastwood pero sin poncho y escuchando a Los Chunguitos en la casetera del bar. Lo que ha ocurrido ahora en Las Tres Mil Viviendas entre Los Cejas y Los Madrileños corrobora la visión del fiscal y anuncia que si en Almería el género decayó por culpa de las veleidades de la industria, en Sevilla el Oeste crece a galope tendido, quizás porque nos empeñamos más, como sociedad, en coronar sublimes estrellatos que en coronar con éxito campañas de integración, reinserción social, alfabetización y trabajo. Si aquello es el Oeste, será porque el resto de la ciudad se sitúa en otro Norte y los vaqueros, también hay que decirlo, le han cogido el gusto al gatillo.

Somos espectadores de los monstruos que creamos. La Naranja Mecánica, El Vacie, Las Tres Mil... a esta Sevilla final de siglo le ha crecido un O.K. Corral de matones y pistoleros donde no entra ni Dios. A lo peor esa es una clave: que donde no entra la civilización, crecen las tres mil viviendas del olvido.

J. FÉLIX MACHUCA

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