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La viuda del 'caudillo' Arias gana al hijo del general Omar Torrijos las elecciones panameñas

Juan Jesús Aznárez

ENVIADO ESPECIALLa victoria de Mireya Moscoso, viuda del fallecido caudillo derechista Arnulfo Arias, su inspirador político, sobre el oficialista Martín Torrijos, probablemente no cambie las políticas fundamentales de Panamá durante los próximos cinco años, pero normaliza la alternancia en un país marcado por los fraudes y las violencias civiles. Por primera vez en sus 31 años de vida, el gobernante Partido Revolucionario Democrático (PRD) entrega el poder pacíficamente, aceptando el pluralismo y la derrota.

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El canal no lo recibirá el próximo Año Nuevo el hijo del general Omar Torrijos, que negoció con Estados Unidos su devolución, sino una mujer de 52 años que ayer convocó a un Gobierno de unidad nacional y a quien sus detractores encuentran más empeño que preparación y programa.Las elecciones presidenciales desarrolladas este domingo en la nación centroamericana, que este año recupera su integridad territorial con la entrega de la vía de agua interoceánica, concluyeron con la derrota del partido oficial, cuyo actual Gobierno, presidido por Ernesto Pérez Balladares, promovió un crecimiento económico sin beneficios sociales percibidos como tales por los más necesitados, sublevados contra el paro, los bajos sueldos, la corrupción o la deficiente calidad del sistema educativo. El jefe del partido oficial, Carlos Vallarino, rompiendo un pacto de caballeros entre los contendientes y en un movimiento que recordó las viejas trampas, proclamó el triunfo de Torrijos sin esperar al primer boletín del Tribunal Electoral. Desmentido inmediatamente, su maniobra pudo desencadenar choques callejeros entre perredistas y arnulfistas.

El candidato del PRD, Martín Torrijos, cuyo principal atractivo fue su condición de hidalgo, obtuvo el 37% de los votos con el 81,7% de los sufragios escrutados, frente al 44,5% de Mireya Moscoso, machacona y populista en su promesa de entregar su Gobierno al cuidado de los pobres, mayoría en el padrón. El banquero Alberto Vallarino, de 48 años, desertor del Partido Arnulfista, presidido por Moscoso, alcanzó el 17,5%, un porcentaje mayor al esperado.

El oficialismo logra el mayor número de los 72 escaños del Congreso en unos comicios en los que participó el 75% del censo y cuya normalidad contrastó con otras consultas en las que los militares o comisarios del Gobierno de turno se llevaban al hombro las urnas adversas. La coalición de Torrijos, Nueva Nación, consiguió en torno a los 34 parlamentarios; la agrupación detrás de Moscoso, Unión por Panamá, 16, y la Acción Opositora de Vallarino, 5. La presidenta electa, determinada a calzarse "los pantalones cuando haga falta", tendría problemas de gobernabilidad si los diputados del banquero, abiertamente enemistado con la viuda, y el PRD suman fuerzas. El margen de acción presidencial es, sin embargo, amplio. Puede ocurrir que forje alguna alianza con el renovador Torrijos, quien la noche del domingo anunció su disposición a luchar por la secretaría general del partido fundado en 1968 por su padre, promotor del cuartelazo de aquel año contra la presidencia de Arnulfo Arias, tres veces derrocado.

"Quiero decirle a él, en el cielo: Arnulfo, estoy cumpliendo con lo que tú querías", declaró la triunfadora, vitoreada hasta la afonía por una militancia que se tocaba con gorras de visera vindicativa: "¡Volveremos!". Regresa a Panamá la cuarta presidencia del sobresaliente cacique panameño a través de su viuda. Vuelve al Palacio de las Garzas el panameñismo, un movimiento de compleja definición nacido en 1923 a partir del grupo Acción Comunal.

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Pocos cambios

"Arias desarrolló los conceptos de supremacía de los intereses sociales sobre los individuales, de los derechos sociales y de la intervención ordenadora del Estado en la economía y en la sociedad", explica Alberto A. McKay, catedrático de la Facultad de Humanidades de la Universidad de Panamá. No son de esperar cambios profundos en las relaciones con Estados Unidos, o en el rumbo del liberalismo aparte de algunas medidas proteccionistas en el sector agrícola. Martín Torrijos comparecía acompañado por su esposa y colaboradores y el cantautor Rubén Blades. "¡Omar vive, vive. La lucha sigue, sigue!", clamaba la militancia a su paso. Algunos lloraban, otros se le abrazaban. "Quiero decirles que se preparen, regresaremos para un segundo combate electoral", prometió el joven heredero, verde todavía, falto del carisma y la fuerza demostrados por su difunto padre.

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