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Entrevista:DESVÁN DE OFICIOSLIMPIABOTAS

"Lustrar es un trabajo muy profesional"

El aseo del calzado se convierte en un medio de reinserción laboral para hombres como Ulpiano Villaoslada

-¡Limpiaaa! -¡Va! El hombre sigue yendo. La escena, propia de viejas películas costumbristas, se produce a diario en una cafetería del barrio de Salamanca. Allí, el veterano oficio de limpiabotas resurge con una doble misión: dar lustre al calzado, y a la vida, también. Cada día, Ulpiano Villaoslada, más conocido como Cipri, coloca el taburete y la caja repleta de betunes junto a la máquina del tabaco. Una tarjeta prendida en la camisa le identifica como limpiabotas y anuncia que se trata de un servicio gratuito, algo poco frecuente en este oficio en declive. Pero es que Cipri, de 54 años, es un lustrador poco común. Y no sólo porque la mayor parte de su vida se haya desempeñado como litógrafo.

El puesto de trabajo del señor Villaoslada forma parte de una iniciativa de inserción laboral organizada por una empresa no lucrativa, Ideas y Empleo, dedicada a facilitar la vuelta a la normalidad de personas abocadas a la exclusión social y laboral. "Hemos elegido el oficio de limpiabotas porque nos parecía relativamente fácil de aprender y con buena demanda potencial", explica la responsable del proyecto, Sonia Vicente. La firma elige -y forma- a los candidatos a dar lustre entre los perceptores del salario social (Ingreso Madrileño de Integración, IMI). Luego busca empresas interesadas en utilizar los servicios de los limpiabotas. De momento ha colocado a seis en otros tantos establecimientos de la cadena Café y Té. Cipri, que ejerce en el local ubicado en la esquina de las calles de Goya y Velázquez, es uno de ellos.

-¿Qué tal es este trabajo?

-A mí me parece bonito, fino y muy profesional. Lo hago con gusto. Un zapato bien lustrado es algo precioso.

-Para algunos tiene algo de denigrante, quizá porque se ejerce a los pies del cliente.

-Éste es es un oficio como otro cualquiera. No tiene nada de humillante. Si se siente amor hacia ello, se intenta hacer lo mejor posible.

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Cipri dice llevar el lustre "en la sangre". "Mi padre era zapatero remendón", justifica. El hijo no llegó a heredar ese oficio, aunque empezó a trabajar de chaval. A los 14 años se empleó como litógrafo. Y en ello se mantuvo durante 27 años, hasta que la empresa dio el cerrojazo, incapaz de asumir la reconversión.

El señor Villaoslada se compró entonces un bar. "No sabía tirar una caña, pero aprendí rápido". Detrás del mostrador se defendió ocho años más. Luego, todo se vino abajo, con la amenaza añadida del calendario: no es fácil encontrar trabajo cuando se ha cumplido el medio siglo de vida. "Los que tenemos 50 años deberíamos morirnos, porque nadie nos quiere", dice con amargura.

Un cliente trajeado que toma café y despacha asuntos por el teléfono móvil requiere los servicios de Cipri. El lustrabotas se acomoda en el taburete y lanza una mirada rápida a los zapatos del cliente. Con ese vistazo traza el diagnóstico. "No andamos igual con los dos pies. Por eso, siempre hay un zapato que está más gastado y, hay que limpiarlo todavía con más esmero, para que no se noten las grietas".

A continuación, el hombre coloca protectores en los tobillos del cliente y da un primer cepillado brioso para quitar el polvo. Luego mezcla el betún con una sustancia acondicionadora y esparce el mejunje con una brocha. El cepillo de nuevo y la gamuza después permiten un acabado reluciente al cabo de siete minutos.

-¿Están a su gusto, señor?

El cliente, sin soltar el móvil, mira sorprendido los zapatos relucientes. Asiente con la cabeza y da cuarenta duros a Cipri.

Las propinas son un lenitivo porque el limpiabotas, que trabaja media jornada, cobra la mitad del salario mínimo (unas 44.000 pesetas al mes). Se lo abona Ideas y Empleo, quien, a su vez, cobra 25.000 pesetas mensuales de Café y Té por la presencia de Cipri. "Este servicio puede ayudarnos a fidelizar la clientela y, de paso, ayudamos a la subsistencia de algunas personas", explica el gerente de los establecimientos, Pedro García. La diferencia en el monto la cubre la Consejería de Sanidad y Servicios Sociales, que subvenciona la iniciativa.

El señor Villaoslada, que pronto cumplirá dos años en el oficio, se siente "el mejor limpiabotas de Madrid". En su clientela predominan profesionales liberales y hombres de negocios que trabajan en el barrio de Salamanca.

-¿Por qué las mujeres no suelen recurrir a sus servicios?

-Porque son más personales para los zapatos y suelen limpiárselos ellas. En cambio, muchos hombres se dan cuenta de que los tienen sucios justo antes de ir a una cita, y entonces vienen corriendo a que se los lustre.

-¿El calzado refleja la personalidad de su dueño?

-Creo que no, pero unos zapatos bien lustrados son el espejo del alma. "Antes había limpiabotas por todas partes. Hace 20 años empezaron a desaparecer, pero ahora vuelve un poco el oficio", reflexiona satisfecho. Él, que aspira a jubilarse con el betún, vibra cuando oye su reclamo.

-¡Limpiaaa!

-¡Va!

Cipri sigue yendo.

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