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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

El precio de la integridad

El ministro del Interior, señor Oreja, cifró las estadísticas de muertes en las carreteras en alrededor de 5.000 al año. El señor ministro aproxima sus fuentes a las de la Dirección General de Tráfico, que contabilizó en 1997 un total de 4.034 muertos en carretera.El señor Gonzalo Robles -delegado del Plan Nacional contra las Drogas- cifra en 2.500 los jóvenes que mueren al año en accidentes de tráfico por conducir bajo los efectos del alcohol; afirma que se considera preocupado ante las cifras de jóvenes de entre 14 y 18 años que beben alcohol, casi un 60% de nuestra juventud.

Con todas estas cifras oficiales, me permito la libertad de desafiar la ciencia de las probabilidades y hacerme las siguientes reflexiones:

Dicen -en la cultura del alcohol- que el problema no es el alcohol. Es el exceso, la falta de límite. No es simple prohibición, sino articulación de las diferencias. Cuando se dice que la juventud bebe sin límite se está señalando algo que no es tan sólo del orden de las cantidades ingeridas, sino más específicamente de la falta de articulación de toda diferencia. Se bebe en exceso porque no hay límite para la cantidad; pero también se bebe sin límite porque ahora lo hacen por igual niños, adolescentes y jóvenes; por igual, hombres y mujeres; por igual, a diario o en fin de semana, con ocasión de una fiesta o con cualquier pretexto... No hay límite porque tampoco se diferencia entre unas y otras bebidas, lo que da lugar a las mezclas más insospechadas, pero hoy frecuentes.

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Precisemos: no es la borrachera de los jóvenes lo que causa alarma, sino el exceso, la ausencia de todo límite, de la cual la borrachera viene aquí a formar parte. Ahora, los adolescentes, y aun los niños -se dice-, beben sin tregua; se habla siempre de chicos de 12 y 13 años. Es algo que puede verse en las calles, que ya forma parte del paisaje urbano, que escandaliza porque un niño bebido es una clara manifestación de la anomia social, del fracaso de todo control normativo..., pero a lo que nadie sabe o quiere poner remedio.

A estas alturas del desastre, la cartera de Interior ha preferido ser exigente en materia de tráfico y asegurar no seguir, como Poncio Pilatos, "impasible ante las estadísticas de muertes en las carreteras": sancionará con multas de hasta 100.000 pesetas y la retirada del carné al que sobrepase la tasa máxima permitida de 0,5 gramos de alcohol por 1.000 centímetros cúbicos de sangre.

¿Consideran ustedes efectivo el castigo económico, cuando se debiera tratar de evitar conducir con una ingesta abundante de alcohol, que afecta la integridad de nuestros jóvenes, conductores o no? ¿Es solamente el alcohol la causa grave para perecer en la carretera? ¿Creen ustedes en la efectividad de los controles de alcoholemia? ¿Les parece racional la incitación a la velocidad en el mercado del automóvil orientada a nuestros jóvenes en la búsqueda de nuevas sensaciones?

Apostemos por una cultura sobre el alcohol, dirigida a los menores, en la que poderes públicos, padres y tutores velen por que la información que reciban los nuestros sea veraz, plural y respetuosa con los principios constitucionales.

Hagamos, cuando menos, interesante un "foro de debate" sobre este asunto, implicando a los responsables de Interior, Plan Nacional contra las Drogas, Defensor del Menor, autoridades sanitarias, padres, instituciones municipales, colectivos ciudadanos, consumidores... y todo ciudadano preocupado por lo que es, en definitiva, el precio de la integridad en nuestros jóvenes.-

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