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La vida en corto

Pese a que no son pocos los realizadores que terminan perdiendo dinero con sus cortometrajes, Euskadi continúa siendo terreno abonado para su aparición. Koldo Serra, Tinieblas González, Kepa Sojo, Borja Crespo, Mikel Clemente, Aitor Elorriaga, Josu Eizagirre, José Félix Collados, Begoña Vicario, Carlos Juarez, Iñaki Arteta, Julia Juaniz, José Ángel Muñoz, Imanol Góñez, Koldo Almandoz, Gorka Esteban, Gorka Vázquez, Mertxe Álvarez... Estos son algunos de los autores que aspiran a añadir su nombre a la lista de conciudadanos recientemente consagrados como Alex de la Iglesia o Juanma Bajo Ulloa. El mundo del corto goza de buena salud. Se filma una gran cantidad de cortometrajes en diferentes formatos y hay una especie de moda de muestras (Kimuak, Mi primera vez) y festivales que ni siquiera los propios implicados saben cuánto puede durar. Podría pensarse que existe un ánimo de enriquecimiento tras tanta actividad, pero lo cierto es que la norma general es perder dinero con su explotación. La única manera de recuperar la inversión es ganando premios y vendiendo el producto a varias cadenas de televisión, algo al alcance de tan pocos que el vizcaíno Borja Crespo, que acaba de estrenar Gárgaras ("un cruce entre Alien y Médico de familia"), no duda en afirmar que "el que haga un corto para ganar dinero está totalmente chalado". Aunque para recrear una historia basta con uno o dos amigos, una habitación y una cámara de vídeo doméstico, rodar un cortometraje de cierta calidad en formato cine (35mm) absorbe, generalmente, entre 6 y 8 millones de pesetas. Ese dinero se consume en una semana de rodaje pese a que ningún implicado en el proyecto es remunerado: desde los actores al equipo técnico, todo el mundo trabaja gratis. Así, el dinero se va en laboratorio, copias, alquiler de cámara, película, sonido, montaje... Las mayores dificultades se derivan de la escasez monetaria. Tanto el Ministerio de Cultura como el Gobierno Vasco ofrecen subvenciones pero no todo el mundo puede beneficiarse de ellas, por lo que no ha de extrañar que el alavés Kepa Sojo (ganador de siete premios con Cien maneras de hacer el pollo al Txilindrón) montase una txosna para recaudar fondos ni que Tinieblas González optase por solicitar a sus progenitores un adelanto de la herencia para afrontar su ópera prima, Por un infante difunto, premiada en la última edición del festival de Cannes. Ninguna medida es excesiva con tal de evitar que un proyecto caiga en saco roto. "Esta claro que si fuera ceramista tendría un hobby más barato. Incluso tendría regalos para Navidad", asegura jocoso el getxotarra Koldo Serra, actualmente a la espera de conseguir 800.000 pesetas para culminar Amor de madre. Por otra parte, quien piense que rodar un corto es tarea sencilla ya puede borrar esa idea de su cabeza. Atendiendo a las palabras de Crespo es todo un "acto masoquista" y Koldo Serra, realizador con más de media docena de premios en su haber, tampoco describe su actividad como el colmo del entretenimiento: "La verdad es que un corto es como un largo pero en pequeño. Una barbaridad. Los que rodábamos en vídeo eran divertidos, entonces era más fácil, como un rollo entre amiguetes, pero cuando se meten las pelas por medio deja de serlo. La gente cree que los rodajes son divertidos pero en realidad son una cosa muy tediosa, repetitiva, aburrida". Si es tan complejo y tan costoso, ¿cuál es entonces el aliciente de rodar un cortometraje? Hay quien lo aborda como un ejercicio de narcisismo pero para todos es una tarjeta de presentación ante las distintas productoras, un modo de darse a conocer, a veces más rápidamente. Todo director tiene en el corto un medio en que curtirse y dejar entrever las virtudes que adornarían sus largometrajes. En opinión de Tinieblas González, "ya nadie quiere un director que haya venido de tal o cual escuela. Quieren que les enseñes lo que has hecho y, si les gusta, posiblemente podréis hablar. Si no, ni eso. Un cortometraje es una especie de curriculum".

Mimo y apoyo a la cantera

En la mente de todo realizador está llegar a filmar un largometraje en el futuro, sin embargo, una preocupación más urgente es sacar definitivamente a flote el mundo del corto. Esto es, lograr que sus pequeñas historias sean apreciadas por el gran público y no únicamente carne de muestras esporádicas y festivales especializados. Para ello, sus autores reclaman primero apoyo institucional "verdadero", o sea, más subvenciones. Luego, plantean una serie de soluciones que atañen a la iniciativa privada. Proponen que las productoras se arriesguen, que las salas comerciales proyecten cortos, en vez de publicidad, antes de las películas, que se agrupen varios y se distribuyan como si de un largometraje se tratara y que en televisión no se emitan a altas horas de la madrugada, sino a horarios accesibles para el gran público. Todo mimo está justificado tratándose de la más fructífera cantera de cineastas e incluso actores. Ahí está el caso de Álex Angulo, intérprete curtido en innumerables cortos.

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