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TRAGEDIA EN EL SUR DE ITALIA

La confusión sobre la cifra de desaparecidos añade dramatismo a la catástrofe de Campania

La tragedia que se abatió el martes sobre una amplia zona de la Campania, en el sur de Italia, donde una avalancha de fango sepultó poblaciones enteras, puede convertirse, en término de víctimas, en una de las más graves de la historia reciente italiana. Mientras la cifra de cadáveres recuperados no deja de crecer -son ya 101-, los alcaldes de las localidades más golpeadas fijan en más de 300 el número de desaparecidos, en contraste con las autoridades de Protección Civil. La gravedad de esta disputa se comprende mejor si se considera que a estas alturas los desaparecidos son cadáveres casi seguros.

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La Pompeya del año 2000

Las autoridades que coordinan los equipos de rescate en Salerno, capital de la provincia más afectada por la avalancha de fango, optaron ayer por evitar cualquier referencia al debatido tema de los desaparecidos, omitiendo sencillamente este dato en las informaciones a la prensa.Si sus listas no coinciden con las que poseen los municipios de sus propios vecinos, es mejor el silencio que abrir un nuevo frente de angustia en una población ya sometida a una tensión atroz durante los últimos tres días. Gerardo Basile, alcalde de Sarno, aseguró que sólo en este municipio, donde se ha concentrado la furia de la montaña Pizzo D"Alvano causando, según los últimos datos, 80 muertos, se encuentran todavía en paradero desconocido más de 300 personas. El responsable de Protección Civil, Franco Barberi, considera del todo improbable la cifra, pero la última palabra la tendrá el recuento de cadáveres.

En medio de la amargura que atenaza a los habitantes de Sarno, donde el palacio de deportes se ha convertido en un inmenso depósito de cadáveres al que llegan continuamente nuevas víctimas, ayer se abrió paso un poco de esperanza. Los equipos de salvamento consiguieron rescatar milagrosamente vivo a un joven de 22 años, Roberto Robustelli, que había quedado atrapado en el sótano de su casa, cubierta por una montaña de fango. Robustelli sobrevivió tres días sepultado junto al cadáver de su padre. Su cuerpo atado a una camilla fue rescatado por la dotación de un helicóptero de los servicios de bomberos.

En la misma zona, los trabajadores de Protección Civil escucharon rumores de voces que permiten suponer la existencia de otros supervivientes. Se trata de una vivienda donde se supone que había tres o cuatro niños. La noticia fue acogida con moderado optimismo porque la posibilidad de que queden todavía personas vivas entre la masa ya casi solidificada de detritus y lodo que se eleva en algunas zonas hasta una altura de 20 metros, es razonablemente escasa.

Más plausible es que, pese al pesimismo de la mayoría, algunos desaparecidos estén en realidad refugiados en otros domicilios en espera de que la situación se tranquilice. Una familia de diez personas que se daba por muerta fue localizada ayer sana y salva en una iglesia de la zona afectada.

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El desconcierto absoluto y la descoordinación que presidió la actuación de los distintos grupos de ayuda en los primeros momentos tras conocerse la catástrofe, puede haber agravado los errores de cálculo al controlar a los habitantes ausentes.

La situación empieza a encauzarse y los helicópteros vigilan continuamente la montaña, para detectar a tiempo cualquier nueva fisura en la ladera. Decenas de voluntarios, algunos llegados de Austria, intentan colaborar en las tareas de desescombro, y en la localización de víctimas. Ayer se celebraron los primeros funerales en Sarno y en Nola, mientras no dejan de llegar siniestros contingentes de ataúdes.

El temor de los supervivientes, muchos de ellos refugiados en centros de acogida organizados sobre la marcha -casi 2.000 han perdido sus casas- es que de las laderas que se elevan a unos pocos metros de las casas vuelvan a desprenderse capas de tierra reblandecida que lo arrastran todo a su paso.

En Quindici, provincia de Avellino, donde la cuenta de muertos supera la decena, los canales de desagüe en los que desembocan las torrenteras que bajan de la montaña, se encontraban taponados con detritus y tierra mucho antes de que la avalancha de fango engullera la mitad del pueblo.

Política de desidia

Una política de desidia, que ha tolerado las construcciones ilegales que no se atienen a criterio urbanístico alguno, que ha permitido la desviación del curso de los ríos, y la construcción de inútiles carreteras recoge sus frutos envenenados con esta catástrofe. Muchas de las nuevas barriadas de casas se habían levantado en medio de las torrenteras, al pie de la terrible montaña.A la vista de la situación y ante el temor de que en cualquier momento regresen las lluvias, el alcalde de Quindici ha reclamado a Protección Civil que revise de nuevo la situación del pueblo, y la montaña. A esta localidad llegaron ayer los primeros contingentes de soldados norteamericanos de la base de la OTAN, próxima a Nápoles, que colaborarán en las tareas de rescate.

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