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Servidumbres de la modernidad

Isabel Ferrer

Unos deberes bien hechos involucran a toda la familia, sobre todo en la primera etapa educativa del menor. Ayudarles, corregirles y, en definitiva, guiarlos en sus tareas requiere paciencia, tranquilidad de espíritu y ciertas dosis de humor. En una palabra, tiempo. Y ése es uno de los bienes más escasos en cualquier hogar en donde los adultos trabajan. «Creo en las bondades de los deberes, pero fijar metas no resuelve el principal problema de los padres actuales. Quién puede garantizarme que no estaré exhausto para leer con mis hijos en los pocos momentos libres de que dispongo al día», clama Dave Hill en las páginas de The Guardian. Después de describir con ironía cómo sus hijos veneran la educación, el articulista advierte al Gobierno que proclamar sus «pías aspiraciones» le hace parecer remoto. «La presión es general y acaba abriendo una brecha enorme entre lo deseado y las servidumbres de una sociedad moderna».

Suzanne Moore, columnista de The Independent , aboga por aflojar un poco la cuerda que parece amarrar cada vez más a los menores británicos. Pero no sólo a ellos. «El trabajo se ha convertido en la solución de todos los problemas sociales de este país», lamenta. «Es bueno para los inválidos, las madres solteras y, ahora, los niños de cuatro años. El ocio parece una pérdida de tiempo».

Los deberes son útiles, no lo niega Moore, pero el niño no precisa ser educado o entretenido a todas horas. «Soñar, ser ellos mismos y hasta holgazanear son también esenciales», asegura. Para ella, que tiene hijas adolescentes, el desarrollo es diverso, y organizar el propio tiempo es una habilidad imposible de adquirir bajo la supervisión constante del adulto.

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