_
_
_
_
Reportaje:

Los psiquiatras alertan sobre los riesgos del creciente consumo de ansiolíticos

En 1995 se vendieron en España más de 23 millones de cajas de tranquilizantes

En algún momento de la vida, todo individuo ha pasado por una situación de ansiedad. Es una reacción biológica que acompaña al vivir. En principio no presupone un diagnóstico, incluso en pequeñas dosis es necesaria para funcionar, reconocen algunos psiquiatras. Sólo cuando esa sensación le incapacita para vivir es necesario, tomar medidas. Sin embargo, la tendencia a buscar un alivio rápido ante el sufrimiento -que cada vez se presume menos soportable- y la rápida introducción en las consultas médicas de las benzodiazepinas (sustancias relajantes) ha disparado el consumo de estos fármacos o ansiolíticos, según advierten los psiquiatras. "Dar ansiolíticos es la respuesta del sistema sanitario, que actúa como proveedor y que tiene que ver con el dar algo al paciente, que como paga tiene que recibir. Y los médicos de cabecera recetan para casi todo ansiolíticos; también los especialistas, sea de digestivo, de piel o neurología, cuando ven síntomas confusos en cualquier diagnóstico añaden un ansiolítico", manifiesta Ana Romero, psiquiatra del hospital Clínico de Madrid. La ansiedad se expresa mediante ahogo, taquicardia, dolores en el pecho y sudores. Unos síntomas muy similares al infarto; no es infrecuente que en plena crisis de ansiedad algunos acudan a urgencias.

Más información
Comprar tranquilidad

Adicción

Y si la ansiedad no se asocia a una patología física, algunas respuestas médicas derivan en otro problema. "Hay una tendencia a psiquiatrizar problemas que no son psiquiátricos en principio, y eso provoca un aumento de nuestras consultas que no está justificado, porque la prevalencia de las patologías mentales se ha estancado", critica Sergio Oliveros, psiquiatra del hospital Puerta de Hierro de Madrid. "Como hay sobrecarga de pacientes en las consultas y falta de tiempo para contener una situación de crisis, es más fácil recetar ansiolíticos que escuchar al paciente", continúa. Y añade otra consecuencia: a las benzodiazepinas -que han demostrado su utilidad clínica, no sólo en crisis de angustia, sino en fobias, depresión, para prevenir episodios maniacodepresivos o psicosis agudas- las envuelve una falsa creencia: que al administrarlas en pequeñas dosis son inocuas. "Y es justo al contrario, porque estas sustancias tienen mucha potencia y se usan indiscriminadamente", añade Oliveros.

Este especialista asocia el abuso de ansiolíticos a la cultura del Prozac, que describe como la toma de algún medicamento para aliviar la frustración que producen causas ambientales.

Además, el mal uso de estas sustancias -herramientas que se administran también contra el insomnio- añaden otro peligro: su adicción, "porque el cuerpo necesita cada vez más dosis para alcanzar el mismo efecto", observa Marina Averbach, psiquiatra de un centro de Salud Mental de la Comunidad de Madrid. Aunque esta especialista defiende que para la angustia "no hay edad ni reloj biológico" otros psiquiatras apuntan entre los 20 años y los 40 como la época más propicia para que una crisis haga su aparición; luego descansa durante unos años; y a partir de los 60 reanuda su actividad.

Para hacerlas frente hay dos alternativas: tratamiento farmacológico, "que no corrige la fuente de ansiedad, pero aplaca los efectos", opina Averbach, y psicoterapias, que las hay muchas y muy variadas. "La cuestión es ponerse a pensar qué puede cambiar. Muchas veces estás ansioso y no sabes porqué", dice esta especialista.

Para medir el efecto de la angustia, indica Ana Romero, hay que empezar por distinguir en qué zona se ha producido: si en el área somática (por ejemplo, si tiene una enfermedad tendrá angustia o miedo al cuerpo); en la psicológica, o en el área social (no es lo mismo estar en el paro que tener el sustento resuelto). Y si ha cundido o no la alarma. "Lo dirá el sentido común", apunta Romero.

Porque la señal que indica si conviene o no administrar un ansiolítico puede ser difusa. "Le doy un ansiolítico o no. O le mando a una asociación de voluntariado o le cito para hablar del asunto. Y si le tengo que medicar no me da problemas; y a veces le doy a elegir al paciente si quiere o no que le medique", aclara Ana Romero. "Tampoco es cuestión de quitarle el ansiolítico, porque igual revienta", opina Averbach. "En todo caso hay que conducirle a otra cosa, a pensar sobre él mismo", zanja.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_