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Tribuna
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Sí, va a funcionar

Después del milagro en Stormont, es posible que Tony Blair tenga la tentación de caminar sobre las aguas del Canal de la Mancha. Tal vez sea uno de los mayores éxitos de su Gobierno. Al construir los fundamentos para la paz en Irlanda del Norte ha puesto en marcha, probablemente, la solución de un problema con el que lucharon Gladstone, Asquith, Heath y Thatcher y que Lloyd George sólo logró llevar al fracaso. Es verdad que Blair no lo ha hecho solo. Las bases de su labor las sentaron, en parte, los Gobiernos conservadores que le precedieron. George Mitchell había trabajado sin descanso durante casi dos años. Mo Mowlam inyectó gran determinación desde su nombramiento como ministra para Irlanda. Pero, al final, hizo falta aunar los esfuerzos de Blair y su colega irlandés, Bertie Ahern. Sin Blair, sin su estilo, su dedicación, su energía y entusiasmo inagotables, no se habría logrado.En Irlanda del Norte se superponen una serie de alianzas que crean un problema de tres dimensiones. Cualquier intento de solución exige moverse simultáneamente en tres lugares. Para mantener a las partes en juego es importante no querer aplacar a unos con un. paso que pueda provocar el abandono de otros. La política tridimensional tiene la complejidad del cubo de Rubik. Se ha dicho que el problema de Irlanda del Norte es el de una minoría doble: los unionistas, que son mayoría en la región, pero serían minoría en el conjunto de la isla; los nacionalistas, una minoría local, pero que podrían formar parte de una mayoría nacional. Como consecuencia, ambas partes muestran, al mismo tiempo, las peores características de ambas posiciones: el miedo y la inseguridad de una minoría y la arrogancia e insensibilidad de una mayoría.

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Otro aspecto que hay que tener en cuenta es que se trata del lugar en el que se solapan lo británico y lo irlandés, un territorio ocupado por ambos, deseosos de conservar sus vínculos, su identidad y su cultura. Los unionistas temen verse absorbidos contra su voluntad por una Irlanda unida; los nacionalistas tienen miedo de la integración con el resto del Reino Unido, que les separaría por completo de Irlanda, pero aún más de la vuelta a la situación subordinada que tenían bajo el régimen de Stormont. El problema, por tanto, ha consistido en hallar un paquete constitucional que abarcara el carácter británico de los unionistas y el carácter irlandés de los nacionalistas, y que les diera a ambos la posibilidad de afianzarse en su identidad. Para tranquilizar a los unionistas, la frontera debía ser segura; para adaptarse a los nacionalistas, debía ser posible atravesarla. Esta era la base del formato a tres bandas de las conversaciones: los acuerdos para gobernar Irlanda del Norte, un organismo conjunto entre Norte y Sur y las relaciones entre Este y Oeste. Nacionalistas y republicanos desean el segundo, y la exclusión de los otros dos. Los unionistas quieren éstos sin que haya ningún vínculo con Dublín. Al final se llegó a un compromiso.

Todas las partes obtuvieron algo y todas pagaron un precio. Quizá el Sinn Fein haya logrado menos respuesta a sus demandas iniciales que los demás bandos: ninguna perspectiva de una Irlanda unificada en un futuro inmediato y ningún organismo independiente Norte / Sur. Los unionistas lograron una cláusula que requiere su aprobación para cualquier cambio en el estatuto de Irlanda del Norte dentro del Reino Unido, una Asamblea de Irlanda del Norte y un Consejo de las Islas, pero tuvieron que aceptar un organismo conjunto Norte / Sur de cierta importancia y la presencia del Sinn Fein en una administración local con reparto de poderes. El Sinn Fein y otros partidos paramilitares consiguen una liberación significativa de prisioneros y la revisión del sistema policial y de justicia criminal. Todos han alcanzado un compromiso en materia de derechos humanos, un programa de igualdad y la dedicación al crecimiento social y económico. Hasta aquí, muy bien. ¿Pero va a funcionar?

Gobierno en la sombra

Tanto Adams como Trimble van a encontrar obstáculos entre sus bases. En el programa inmediato se encuentran referendos paralelos, en el Norte y en el Sur, el 22 de mayo, seguidos, en caso afirmativo, de elecciones a una Asamblea de Irlanda del Norte el 25 de junio. El resultado sería un gobierno en la sombra que prepararía el camino para los organismos Norte/ Sur y el traspaso de poderes a los políticos locales. Desde luego, las consultas no se celebrarán en el vacío. Cada una de ellas planteará problemas. Es muy probable que, en ambas partes, los violentos presenten una oposición agresiva. En el frente político, David Trimble afronta una gran batalla. El amplio apoyo de la ejecutiva de su partido, que le permitió firmar el acuerdo, le ha dado fuerza. Sin embargo, hasta el último momento tuvo que vencer divisiones dentro de su equipo negociador. Va a producirse una lucha por el alma, la esencia y la dirección del unionismo. Trimble tendrá el respaldo de los partidos lealistas. Sus miembros, antiguos paramilitares y prisioneros convictos, poseen un credo secreto del que carece Paisley, por lo que socavan las bases de este último y le arrebatan su infantería.En el lado nacionalista, la figura, clave es John Hume. Él fue quien se propuso iniciar el proceso de desafío a la lógica de la violencia republicana, sacó al Sinn Fein del ostracismo e inventó el concepto de las tres bandas.

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Una encuesta reciente en Irlanda del Norte indicaba que el 77% votaría a favor de cualquier acuerdo que respaldaran las partes. No obstante, los políticos van a tener en cuenta que los votantes irlandeses suelen decir una cosa al encuestador y hacer otra al votar. Todos los bandos van a buscar un apoyo elevado -quizá hasta del 75%- para garantizar el respaldo de la mayoría en ambas comunidades. Los nacionalistas tienen más probabilidades de estar a favor que los unionistas y, en una comunidad de protestantes y unionistas, sólo sería posible un consenso suficiente si se alcanzan niveles muy altos de participación y voto afirmativo.

Aislar a los violentos

Bertie Ahern también va a encontrarse con problemas en el referéndum que se celebrará en el Sur. Es importante que gane el sí para aislar a los violentos y eliminar todo vestigio de legitimidad de las posibles campañas del IRA. Su principal dificultad consistirá en garantizar que se aprueban las modificaciones a los artículos de la Constitución que reivindican Irlanda del Norte. La nueva formulación expresará una aspiración sujeta al acuerdo de la mayoría en Irlanda del Norte y con la contrapartida de una enmienda paralela a la Ley de Gobierno de Irlanda. Es un dardo en el corazón de la teología republicana, y, desde que De Valera redacto la Constitución, ésta se considera el Santo Grial y parte de las Sagradas Escrituras. Ahern tendrá el respaldo de todos los demás partidos del Dail, pero el obstáculo de sus propias bases y los intransigentes republicanos. También a este respecto las encuestas muestran que cuatro de cada cinco votantes en la República estarían a favor de un acuerdo justo y equilibrado sobre Irlanda del Norte. La máxima garantía es el compromiso de las partes de luchar por lo que han firmado y el ardiente deseo que muestra la abrumadora mayoría (hasta ahora, silenciosa) del pueblo, en ambos bandos, de alcanzar la paz.

Máurice Hayes fue defensor del pueblo de Irlanda del Norte entre 1987 y 1992.

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