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Madridstricht

La lamprea o Petromyzon marinus es un curioso pescado de la época jurásica que decidió no extinguirse al sonar la hora fatal para los dinosaurios y continúa surcando ciertos ríos, rías y mares de nuestra vieja Europa, incluida España. Cartilaginosa, babosa, tenebrosa, su boca es en realidad una ventosa formada por círculos concéntricos de placas cortantes. Con ella se aferra a sus víctimas, normalmente peces mayores, con frecuencia suculentos salmones, que la llevan "a caballito" río arriba mientras poco a poco, con delectación, va succionando su carne y su vida, hasta que exhalan el último suspiro piscícola. Esta mala mujer tiene el lomo negruzco, pardo o grisáceo, tan sólo dos aletas dorsales y siete orificios en los costados. Es fea la mujer, algo demoniaca, aunque los epicúreos siempre estén dispuestos a perdonarle tales defectillos porque la asquerosa de ella constituye también un manjar exquisito. No para todo el mundo: a algunos comensales les produce asco, o quizá miedo, y a los andaluces, concretamente, suele parecerles una materialización de la mismísimo bisha de sus supersticiones atávicas.El otro día, cuando los señores presidente y consejero de Obras Públicas de la Comunidad apadrinaron la presentación en sociedad de esas supermaquinonas llamadas "tuneladoras", me di cuenta en el acto de que tenían cara de lamprea. Es obvio que en este caso la industria ha imitado a la naturaleza. Claro que estos monstruos son mucho más grandes que su modelo, no se comen, reptan a su aire, con estruendo y rechinar de dientes, por el subsuelo de este Madrid que antaño fuera tan sólo un "castillo famoso" y constituyen una espada de Damocles para el buen pueblo madrileño, aunque la trayectoria teórica del arma sea en este caso de abajo arriba.

Sea como fuere, las susodichas "tuneladoras" dan miedo. ¿Se han fijado ustedes en ese monstruo llamado La Chata, o sea, el que asomó su horripilante cabezota en la futura estación metropolitana Mar de Cristal? ¡Con qué desdén alienígena contemplaba a los políticos autonómicos y su séquito, todos muy limpios y "encasquetados", mientras ellos se esforzaban por mantenerse impávidos y no hacer pucheros ante semejante aparición! Es que una caraza como aquélla, provista de 152 cuchillas, que arrastra tras de sí un corpachón de 115 metros y pesa 1.500 toneladas, intimida al más audaz temerario.

Nos reveló el señor consejero que La Chata bate toda clase de récords y su prima La Cibeles supera tales proezas. Me alegro. Primero, por los vecinos de Pan Bendito, Vicálvaro, Vallecas o Pitis, aunque no tengo el gusto de conocer este último barrio o zona, donde por cierto trabajan La Adelantada y La Paloma; segundo, por la legítima alegría de nuestros líderes comunitarios; tercero, por el no menos legítimo lucro de las empresas constructoras, y así sucesivamente. Pero me quedan algunas dudas, ciertas sombras. Dijo el señor Cortés, en la puesta de largo de La Chata: "Es bueno para Madrid y bueno para España que se reconozca en el extranjero las obras que se hacen en Madrid". Cierto, pero he aquí una duda: ¿han sido inventadas, patentadas y fabricadas en este país las "tuneladoras"? Eso sí que sería para gritar "¡viva España!", aunque nos partan la boca por esas periferias de Dios. En caso contrario, el hecho de que batan marcas será sólo cuestión de presupuesto, y me sigo alegrando, pero un poco menos: ya no se trataría de una hazaña épica, sino financiera. Lo que sí resulta seguro es que estas lampreas gigantes nos conducirán, venga a succionar el subsuelo, hasta la estación-término de Maastricht.

¿Favorecerá esto a todos los madrileños? Por lo que leo, oigo, veo, no. Al parecer, no caminamos hacia Europa en la creación de empleo para los jóvenes, los asalariados del flamante Teatro Real no marchan hacia Europa en cuanto a condiciones laborales, los funcionarios del Ayuntamiento de Madrid reclaman "más empleo y menos horas extra" y el señor alcalde persigue ahora a los refugiados en los cuarteles de Daoiz y Velarde ("las mujeres y los niños primero"), tras la saga Boetticher. Madrid será Madridstricht para algunos, pero esta capital se comporta como una Madrastricht con otros. Jingle bells.

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