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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Blair despeja

TONY BLAIR ha despejado de su portería el balón del euro. Después de años de confusión, el ministro británico de Economía, Gordon Brown, aclaró el lunes que el Reino Unido se integrará en la moneda europea -si las condiciones económicas lo permiten- al principio de la próxima legislatura, en el 2002 o 2003. Puede ser decepcionante para quienes esperaban una adhesión más temprana, pero, como subrayó Brown, éste es "el primer Gobierno británico que se declara a favor del principio de la unión monetaria", a cuyo éxito colaborará activamente. Supone todo un cambio en profundidad frente a la actitud del anterior Gobierno de "esperar y ver".. Atrás quedan las objeciones constitucionales a la unión monetaria: las reticencias por la supuesta pérdida de soberanía que supondría la desaparición de la libra y la existencia de un Banco Central Europeo. Blair mantiene su promesa de referéndum sobre la moneda única, y ayer, en el Parlamento, se mostró convencido de poder forjar un "consenso nacional" en tomo a esa decisión, "probablemente la más importante que afrontará el país en una generación", como apuntó Brown.

Las objeciones oficiales del Gobierno de Blair a un pronto ingreso en el curo son, principalmente, de oportunidad económica, ya que el ciclo británico, más acompasado al de Estados Unidos, está adelantado con respecto al continental. Ingresar pronto obligaría a bajar los tipos de interés y recortar drásticamente el gasto público o aumentar los ingresos. También el Reino Unido necesita prepararse para el curo. Blair, sin embargo, podía haber elegido una fecha anterior, o al menos haber dejado abiertas otras opciones para la participación en el euro antes de las próximas elecciones, que han de celebrarse, como tarde, en la primavera del 2002.

Elecciones, por tanto, condenadas de antemano a girar en tomo a la participación británica en el euro. ¿Podrá Blair mantener unido al Nuevo Laborismo en torno a este empeño? En todo caso, los que pueden caer en la tentación de convertirse en el partido del no a Europa son los conservadores, cuyo joven líder William Hague está dispuesto a enarbolar esa bandera, aunque sea a costa de enajenar de su partido a los pro-europeos capitaneados por Kenneth Clarke. Los neothatcheristas harían bien en recordar cómo se produjo hace más de tres lustros la escisión de los socialdemócratas del laborismo, justamente por la posición antieuropea que había tomado el partido.

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El Reino Unido, y el propio proyecto del euro, gana al acabar con la confusión de la postura del Gobierno. A partir de la gran decisión que se adoptará en mayo próximo -en un Consejo Europeo paradójicamente presidido por Blair-, estos años van a ser muy importantes para configurar la unión monetaria. La influencia de Londres en ese proceso va a resultar prácticamente nula, y su peso en otras decisiones importantes de la UE puede disminuir. De hecho, el Reino Unido se autoexcluye del Comité Ejecutivo del Banco Central Europeo, que se nombrará en mayo por ocho años, y la plaza financiera de la City no podrá gozar de algunas ventajas bancarias por la participación en el euro.

Esa Europa monetaria a largo plazo que se configura con la decisión británica puede resultar más acorde con los intereses españoles. A corto plazo, con la exclusión británica y de rebote la sueca, España puede lograr ventajas en términos de poder relativo, al situarse así como tercer o cuarto país -tras Alemania, Francia y una incierta Italia- de la unión económica y monetaria, corazón futuro de la Unión Europea.

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