El último viaje de Jane Bowles
Una estudiante salva de la fosa común los restos de la escritora fallecida en Málaga en 1973
La escritora norteamericana Jane Bowles, nacida en Nueva York en 1917, falleció en Málaga y fue enterrada en el cementerio de San Miguel en 1973. La suya había sido una vida azarosa, incluido el matrimonio con Paul Bowles, el mito de su envenenamiento, los años pasados en Tánger, la relación íntima con Cherifa, su criada marroquí, y la esquizofrenia y el alcoholismo de los últimos tiempos. La que parecía que iba a ser su morada definitiva, sin embargo, está siendo desmantelada por culpa de una autovía. El destino de los huesos de Jane Bowles iba a ser la fosa común, pero gracias a la acción de una estudiante admiradora de Jane, que prefiere no salir del anonimato, sus restos serán inhumados en el cementerio de Marbella el próximo día 13.Todo empezó hace unos meses cuando la joven A.L., de 18 años, leyó la biografía de Jane Bowles escrita por Millicent Dillon y publicada en España por Circe. Le encantó el personaje y decidió que se acercaría hasta el cementerio de San Miguel, en Málaga, para visitar su tumba. "Me llevé una sorpresa porque estaba todo destrozado, como si hubiera habido una guerra", recuerda. "Era para llorar. Había cruces y lápidas rotas y maleza por todos lados. Pregunté por la tumba de Jane y no supieron decirme cuál era".
La joven no se rindió y la tercera vez que visitó el cementerio consiguió encontrar lo que buscaba. No fue fácil, ya que la escritora está enterrada sin lápida, sólo con una cruz de madera carcomida clavada en la tierra, y en el libro de registro el nombre está equivocado. El enterrador le explicó a la joven que el cementerio de San Miguel estaba siendo desmantelado porque tenía que pasar una autovía por allí. "Si pagas los gastos, puedes llevarte sus restos", le dijo. "Si no, irán a la fosa común".
"Era una decisión moral terrible y no quiero ningún tipo de protagonismo", señala ahora A. L., "pero me daba pena pensar que se perdería el rastro de Jane Bowles. Cuando murió en 1973 en un hospital de Málaga, la noticia de su muerte no llegó a la prensa hasta pasados dos meses; no quería que ahora se perdieran sus restos para siempre".
A. L. intentó buscar a algunos de los personajes citados en la biografía de Millicent Dillon, pero o estaban muertos o su rastro se había perdido. Quedaba Paul Bowles, el escritor, con quien había estado casada Jane. "Un día de septiembre cogí el ferry hasta Tánger y fui a verle. Me dijo que él no pensaba que su ex mujer estuviera enterrada allí y que cree que todo acaba con la muerte, pero le parecía bien si yo decidía trasladar los restos Para que se mantuviera vivo el recuerdo de Jane".
Tras varios días de papeleo y de gastos, A. L. fue autorizada finalmente a hacerse cargo de los restos de Jane. Cuando la enterraron en 1973, Paul Bowles pagó por un periodo de 10 años; pasado este tiempo, su destino parecía ser ineludiblemente la fosa común.
"Decidí hacerme cargo no porque Jane Bowles fuera una persona famosa", declara A. L., " sino porque quería evitar algo inminente. No conozco a ninguno de sus amigos, pero sé que no podía dejar que la mandaran a una fosa común".
El 13 de noviembre es el día. A. L. se acercará al cementerio de Málaga, recibirá los restos de Jane Bowles y los depositará en un osario del cementerio de Marbella, a una cincuentena de kilómetros, ya que no pueden quedarse en Málaga. "Sé que Jane odiaba viajar", dice la joven, "pero no he encontrado otro sitio donde enterrar sus restos. No sé, quizá en el futuro alguien decida llevárselos a Nueva York, pero de momento he hecho lo que he creído que debía hacer".
En Marbella -A. L. ha elegido el cementerio antiguo, de ambiente mediterráneo-, Jane Bowles tendrá una lápida en la que se indicará, a diferencia de lo que ocurría en el de San Miguel, su nombre, la fecha de su nacimiento y la de su muerte. ¿Epitafio? "No sé qué hacer. Estaría bien poner alguna cita de sus libros, pero no sé si le habría gustado. Todo ha ido tan de prisa que no me ha dado tiempo a pensarlo".
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