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ELECCIONES EEUU 1996

Dame el dinero y vota

Las votaciones de grandes firmas o individuos sugieren que el poder está en alquiler o venta

Es el gran secreto a voces que tiñe de escándalo las campañas electorales en EE UU: el dinero. Millones de dólares que burlan las ingenuas disposiciones legales y alimentan las ingentes necesidades de los candidatos, desde los carísimos anuncios de televisión hasta la maquinaria de los aparatos organizativos. Los recaudadores de fondos miran, hacia otro lado cuando reciben los cheques, y les da igual que estén firmados, por la Walt Disney que por Philip Morris, por acaudalados indonesios o por multimillonarios cubanos con pasaporte español.El dinero de las campañas, debería proceder de, aportiaciones privadas reguladas y de fondos públicos, pero, por primera vez en la historia, este año la principal fuente es el soft money, el dinero sin control que dan a los partidos las grandes empresas o los individuos. En cuanto a las contribuciones relacionadas con el exterior, están permitidas sólo las aportaciones de extranjeros que vivan legalmente en EE UU.

Bob Dole ha denunciado los diversos casos de financiación irregular de los demócratas, desde el casó del grupo indonesio Lippo o la recogida de fondos en un templo budista de California hasta la aportación de 20.000 dólares (2,5 millones de pesetas) de Jorge Cabrera, un narcotraficante que llegó a ser invitado a la Casa Blanca en agradecimiento a su donación. Los demócratas han reaccionado devolviendo los cheques mas señalados, pero también han apuntado con el dedo a los republicanos.

El caso elegido en contra de los conservadores ha sido el de Alfonso Fanjul, un multimillonario cubano del azúcar que tiene pasaporte español, igual que otros 10 miembros de su familia, todos ellos residentes en Florida. Fanjul ha dado cientos de miles de dólares a los republicanos y albergó en abril, en su mansión de Palm Beach, un acto de recogida de fondos para Bob Dole.

El Partido Republicano dice que no hay nada ilegal en el dinero de los Fanjul -el hermano de Alfonso, José Fanjul, da dinero a los demócratas-, porque la ley permite las aportaciones de extranjeros residentes en EE UU. Los demócratas contestan que cuando la familia Riady, ligada al grupo Lippo dio dinero también tenía una carta verde de residenciá, en EE UU. Dole sugiere una reforma de las leyes de financiación de los partidos, pero nadie se explica cómo no se ha puesto antes a la tarea, después de 36 años en el Congreso.

Independientemente de que no hay nadie libre de dólares como para tirar la primera piedra, la sensación es que se ha tocado fondo y que las donaciones de grandes firmas o individuos sugieren que el poder Ejecutivo y Legislativo están en alquiler o venta. En opinión de Ann McBridel presidenta de Causa Común, un grupo que trata de devolver la ética a la vida pública, "las violaciones sistemáticas de las normas de financiación en esta campaña son las más graves desde el Watergate".

El problema es que son las normas de financiación las que facilitan el fenómeno de la circulación de grandes sumas de dinero sobre las que no hay ningún control. Según la ley, las grandes organizaciones o empresas no pueden aportar fondos a ninguna campaña electoral, y los particulares pueden contribuir solamente con 1.000 dólares para el candidato y 20.000 al año para, el partido.

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Para ampliar las fuentes de financiación, la Comisión Federal Electoral aprobó en 1979 la fórmula del soft money, el dinero no sometido a control que los partidos reciben sin limitaciones por que no se puede emplear directa mente en las campañas individuales sino en el refuerzo, de las actividades de la organización: registro de votantes, publicidad, sondeos y campañas para estimular el voto y otros gastos semejantes. Las contribuciones basadas en el soft money han crecido como la espuma. En 1988, cada partido recogió unos 25 millones de dólares. En 1992, la cantidad superó los 217 millones entre los dos. Y desde el 1 de enero de 1995 hasta el 30 de septiembre de 1996, los republicanos han ingresado 274 millones y los demócratas 195: 469 millones de soft money.

¿Quién da más? Obviamente, el que tiene dinero y además espera algo a cambio: la NRA, el grupo de presión de las armas, ha dado 3,3 millones de dólares a los republicanos, que también han recibido 1,2 millones del Comité Nacional Pro Vida. Los sindicatos se han volcado y han entregado 35 millones al Partido Demócrata. En cuanto a las grandes empresas, a la mayoría no les gusta poner todos los huevos en la misma cesta, aunque haya desequilibrios: Philip Morris da 1,6 millones a los republicanos y 400.000 dólares a los demócratas; AT&T, algo más de un millón a los primeros, algo menos de uno a los segundos.

En las profesiones y sectores, las tendencias tambien están, delimitadas: las asociaciones de abogados y profesores, además de sindicatos y empleados públicos, miman a los demócratas; los médicos, empresarios dé la construcción y vendedores de coches, a los republicanos. Hollywood y algunas grandes firmas financieras como Goldrnan & Sachs prefieren a Clinton, mientras que los seguros, las inmobiliarias y las petroleras miran, hacia Dole, y el potente sector de las telecomunicaciones divide sus cheques.

Desde Washington hasta Clinton

"La presidencia de Estados Unidos es un trabajo que no puede ser codiciado ni rechazado. Pagar dinero, directa o indirectamente, para conseguirlo es, en mi opinión, incorrecto por principio". John Quincy Adams, sexto presidente norteamericano e hijo del segundo presidente, escribió estas hermosas palabras en 1828.Nada más lejos de la realidad: desde George Washington hasta Bill Clinton, la presidencia de Estados Unidos ha sido ocupada por hombres mejores o peores, pero que han utilizado dinero para conseguir el puesto.

La escalada de gastos se está acentuando en las últimas campañas presidenciales, y de ahí la necesidad de abrir las arcas de los partidos a cualquier fuente de financiación, desde las tradicionales de los sindicatos, la industria del tabaco o el grupo de presión de las armas hasta las más exóticas de Indonesia o Corea del Sur.

Al principio, según Herbert Alexander, director de la Fundación de Investigaciones Cívicas, los gastos se limitaban a los panfletos y anuncios en periódicos, y podían costearse con la fortuna personal del candidato y de sus amigos o futuros beneficiarios de puestos políticos. En 1860, Abraham Lincoln tuvo ya que gastar el equivalente a 100.000 dólares.

La radio, utilizada por primera vez en campañas electorales en 1924, y sobre todo la televisión, desde 1952, encarecieron progresivamente la difusión del mensaje político. John Kennedy necesitó casi diez millones de dólares para batir a Richard Nixon en 1960, y desde entonces los gastos se han multiplicado.

La campaña de 1992 -con tres candidatos- costó 550 millones de dolares (70.400 millones de pesetas). La de 1996 iba por 800 millones cuando todavía faltaban 12 días para las elecciones, por lo que no sería exagerado estimar que los gastos finales se aproximarán a los mil millones.

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