30% + O,5239% del IRPF
Junio de 1997; España; ciudadano residente en Extremadura, Andalucía o Castilla-La Mancha; ateo. Realizada su declaración de la renta de las personas físicas, la cuota líquida de este contribuyente asciende a un millón de pesetas que, religiosamente, liquida en la caja de la Agencia Estatal Tributaria con destino al Ministerio de Economía y Hacienda para, según establece el artículo 31.1 de la Constitución Española, contribuir al mantenimiento de los gastos públicos. El 100% de su cuota líquida se destina al interés general.Junio de 1997; España, ciudadano residente en Cataluña, Madrid o Valencia; católico. Realizada su declaración de la renta, su cuota líquida asciende a un millón de pesetas. Su condición de ciudadano de creencias religiosas le impulsa a destinar el 0,5239% de su cuota líquida a la Iglesia católica; su domicilio fiscal en una comunidad autónoma que votó si al nuevo modelo de financiación de las comunidades autónomas, le obliga a destinar el 30% de su cuota líquida a esa comunidad autónoma. Este contribuyente, por su condición de católico, madrileño, catalán o valenciano, destina el 30,5239% de su cuota líquida al sostenimiento de los gastos de la Iglesia católica y al mantenimiento de los gastos de su comunidad autónoma; en consecuencia, sólo destina el 69,476% de su cuota líquida a lo que ordena el artículo 31.1 de la Constitución Española.
Así pues, tenemos dos contribuyentes españoles, con idéntico nivel de renta, con una misma cuota líquida (un millón de pesetas) a ingresar en las arcas del Tesoro; el primero de ellos, por ser ateo, extremeño, andaluz o manchego, entrega ese millón para que el Gobierno central lo destine a fines de interés general. El segundo, por ser católico, catalán, madrileño o valenciano, entrega 5.239 pesetas (0,5239%) a la Iglesia católica, 300.000 pesetas (30%) a su comunidad autónoma y 694.761 pesetas (resto) al Tesoro Público para fines de interés social. En el supuesto imposible de que en España sólo hubiera 100 contribuyentes y todos declararan una cuota líquida de un millón de pesetas, en 1996, el Gobierno central hubiera recaudado 100 millones de pesetas; en 1997, con el nuevo sistema de financiación autonómica, el Gobierno recaudaría 77.107.075 pesetas (25 habitantes ateos, extremeños, andaluces y manchegos de un millón de pesetas, y 75 habitantes, católicos, catalanes, madrileños y valencianos de 694.761 pesetas).
Salvo que la Constitución Española se modifique, no se acierta a comprender las razones por las que un ciudadano español, ateo, extremeño, andaluz o manchego, cuyos gobiernos autonómicos han decidido votar no al nuevo modelo de financiación, tienen que contribuir con el 100% de sus cuotas líquidas del IRPF al sostenimiento de los gastos generales del Estado, mientras que un ciudadano, católico y de cualquier otra región o nacionalidad (a excepción de País Vasco y Navarra) sólo contribuye con el 69,4761% de la misma cuota líquida al sostenimiento de esas mismas cargas generales.
Supongamos que en la hipótesis de trabajo anterior, el Gobierno central decide que, en 1997, los gastos públicos a realizar son dos tramos del tren de alta velocidad Madrid-Barcelona, con un coste de 77.107.075 pesetas. Para esa inversión, ateos, extremeños, andaluces y manchegos, habrán aportado el 100% de su cuota líquida del IRPF, mientras que católicos, madrileños, catalanes y valencianos sólo habrán aportado el 69,4761% de su cuota; parece que habría que forzar mucho la Constitución Española para entender las razones por las que unos ciudadanos contribuyen más que otros, teniendo el mismo nivel de renta, a un gasto general del Estado.
Es posible que alguien pueda objetar que el 30% que los ciudadanos de Madrid, Cataluña o Valencia destinan a sus respectivas autonomías también va destinado a gastos de interés general. Tal vez sí o tal vez no. Puesto que el nuevo sistema de financiación autonómica pretende la autonomía financiera, según D. Mariano Rajoy y D. Rodrigo Rato, cada gobierno autónomo puede darle el destino que quiera a ese 30% de la cuota líquida que se queda en su comunidad;. en ese caso, puede haber gobiernos autónomos que destinen ese tramo a hacer carreteras (gastos de interés general) o, siguiendo las recomendaciones de algún ministro/a, destinarlo, v.g., a financiar la enseñanza privada en detrimento de la pública (gastos de interés particular).
En resumen, con el nuevo modelo de financiación autonómica, llego a las siguientes conclusiones: la . Los gastos de interés general serán pagados con el 100% de la cuota líquida del IRPF por ateos, extremeños, andaluces y manchegos, y al 69,4761% por -católicos, contribuyentes del resto de España, a excepción de País Vasco y Navarra. que, en función del cupo y del fuero no sé si pagan algo o el resto de España está en deuda con ellos. 2ª. Los extremeños, andaluces y manchegos son ateos y eso explica que el presidente de Castilla-León pida un castigo ejemplar para semejantes impíos (los buenos a la derecha y los malos a la izquierda). 3ª. El nuevo sistema permitirá demostrár que extremeños, andaluces y manchegos no viven a costa del resto de España, sino que España vivirá a costa del 100% de la cuota líquida de aquéllos y del 70% de la de éstos. 4ª . El Gobierno central, al tener que prescindir del 30,5391% de la cuota líquida de buena parte de españoles que no son ni ateos, ni extremeños, andaluces o manchegos, dispondrá de menos recursos para invertir en los gastos, de interés general; en consecuencia, los españoles no tendremos más remedio, a partir de 1997, que reducir la cantidad y la calidad del "interés general", en un 30,5391%. 5ª. Como en los próximos años el interés general va a estar definido por el Gobierno central y por Convergencia y Unión, parece claro que ateos, extremeños, andaluces y manchegos van a sufrir en sus carnes los efectos de esa definición del "interés general".
No busquemos culpables donde no existen. La culpa de que extremeños, andaluces y manchegos sufran la ira de la nueva mayoría no la tendrán quienes votaron en contra del sistema de financiación autonómica, sino de quienes dieron sus votos a partidos que tienen gobernantes que no acuden a monasterios para recibir bendiciones y salvar sus almas. ¡Ateos, extremeños, andaluces y manchegos, esto os pasa por vuestra mala cabeza!
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