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Un islamista dirigirá la Turquía moderna

Erbakan logra gobernar con mayoría absoluta gracias al apoyo de Çiller y la extrema derecha

Juan Carlos Sanz

ENVIADO ESPECIALMayoría absoluta. Un resultado contundente (278 votos a favor, 265 en contra y una abstención) puso ayer fin en el fragmentado Parlamento de Ankara (550 escaños, de los que 6 estaban vacíos) a la incertidumbre política que reina en Turquía desde las elecciones del pasado diciembre. El jefe de filas del islamista Partido del Bienestar (Refah), Necmettin Erbakan, de 69 años, fue investido primer ministro gracias al apoyo del Partido de la Recta Vía (DYP), con cuya líder, Tansu Çiller, gobernará en coalición, y del ultraderechista Partido de la Gran Unión (BBP). Ni los diputados del ex primer ministro conservador Mesut Yilmaz ni los de los dos partidos socialdemócratas lograron frenar la llegada al poder del primer jefe de Gobierno islamista en la Turquía moderna, fundada hace 73 años por Mustafá Kemal, Atatürk, bajo el principio de la laicidad del Estado y la modernidad.

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La cabeza cana de Erbakan se alzó en la tribuna de oradores del Meclis (Parlamento) poco después de las cuatro de la tarde de ayer (las tres en Madrid) para agradecer a los diputados el voto de confianza, mientras esbozaba una de sus raras sonrisas. "Ha empezado una nueva era para Turquía", dijo luego. "Trabajaremos día y noche con la máxima dignidad".Pero si Erbakan sonreía, Tansu Çiller apenas pudo ocultar las lágrimas por el éxito de la votación. Sentada aún en la primera fila de los escaños que corresponden a su Partido de la Recta Vía y no en los bancos del Gobierno, del que es viceprimera ministra y titular de la cartera de Exteriores, Çiller recibía los continuos saludos de sus correligionarios, los mismos que previsiblemente la reelegirán líder del partido en el congreso del próximo día 20 y que también la habrían defenestrado si ayer hubiese pérdido el órdago político que lanzó hace 10 días al aceptar formar una coalición con el Refah.

Erbakan tampoco dudó en atribuir todo el mérito de la constitución de un Ejecutivo con amplio respaldo parlamentario a la líder del DYP. De hecho, el primer ministro islamista va a tener que gobernar, con apenas unos matices de diferencia, con el mismo programa que Çiller pactó con el Partido de la Madre Patria (ANAP) de Yilmaz en su anterior y efímera coalición de derechas. Precisamente Yilmaz fue el blanco de las primeras -críticas de Erbakan. "Se le ha escapado el pájaro de las manos", se burló del anterior jefe de Gobierno, quien no quiso llegar a un acuerdo con el Refah tras las elecciones y prefirió aliarse con Çiller, con quien se disputa desde hace años la hegemonía del centro-derecha turco.

Poco margen de maniobra

Pero con ser más que suficientes, los 278 votos, dos más de los necesarios para alcanzar la teórica mayoría abosoluta en el Meclis, que ayer otorgaron el poder a Erbakan no ocultan el estrecho margen de maniobra al que verá sometida su acción de gobierno. Por un lado, sin los siete diputados de la extrema derecha su investidura habría corrido peligro. Aunque el líder del BBP, Mushin Yazicioglu, vinculado en los años setenta a grupos parafascitas, asegurara que su apoyo al primer ministro islamista iba a ser "externo y limitado" la prensa de Ankara sostiene que, a cambio de sus decisivos votos, recibirá un par de ministerios en el nuevo Gabinete. El equilibrio de la moderación que ha impuesto Çiller a Erbakan -el DYP se reserva la cartera de Defensa, la más pode rosa en Turquía, además de la de Exteriores- va a limitar la gestión del Refah a los asuntos do mésticos. Aunque Erbakan intenta abrir un nuevo frente diplomático turco al crear un departamento de relaciones con la repúblicas túrquicas (en la antigua URSS) para su brazo derecho, Abdulah Güll, será en las áreas de Educación, Cultura, Trabajo, Agricultura, y, por descontado, en la de Asuntos Religiosos, donde el Partido del Bienestar intentará dejar su impronta populista: repartir subvenciones y cargos entre sus allegados. Una de las primeras medidas, anunciadas por el nuevo jefe de Gobierno es el incremento de un 40% del salario de los funcionarios, que se han movilizado ya para evitar que la inflación (82,9%) termine por devorar su escaso poder adquisitivo. Los analistas predicen que uno de los principales objetivos de Erbakan es llevar adelante una política encaminada a incrementar el seguimiento popular de su visión islámica de la sociedad.

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No es de prever, empero, que Erbakan vaya a modificar la política de guerra sin cuartel de Ankara contra la insurrección armada de los separatistas del Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK), alzados en armas desde 1984 en nombre de la minoría kurda, una quinta parte de los 62,5 millones de habitantes de Turquía.

Pero además de las limitaciones que impone a Erbakan su pacto con la prooccidental Çiller y, en menor medida, con los ultraderchistas de la Gran Unión, tendrá que estar sobre todo atento al paso que le marque el Ejército turco, el auténtico poder en Ankara después de que en los últimos 40 años haya intervenido en tres ocasiones (1960,1971 y 1980) para acabar con el supuesto desorden político. Por reiterar el símil más acertado, el jefe del Estado Mayor no, es sólo el portero (garante del orden cosntitucional) del partido, sino también el árbitro (quien aprueba con discreción los pactos de Gobierno).

El poder exorbitante de las Fuerzas Armadas, la indisolubilidad del Estado unitario y la condición laica de la República turca son el núcleo duro del legado de Atatürk heredado ayer por Erbakan, que con sólo el 21,4% de los votos en sus manos no puede ignorar que el resto de los ciudadanos mantiene viva su adhesión a los principios asentados por el "padre de los turcos" cuando fundó, en 1923, una nación de las cenizas de un imperio humillado por las grandes potencias vencedoras en la I Guerra Mundial.

Puñetazos en el hemiciclo

Por lo demás, ayer saltó también a la vista en el Meclis que no todos los escaños del Partido de la Recta Vía respaldaron a la coalición. Quince de los 128 diputados logrados por el DYP el pasado diciembre, no dieron el sí a Erbakan: diez votaron en contra, cuatro se ausentaron de la Cámara y uno, el parlamentario judío Jefi Kamhi, fue el protagonista de la única abstención. En medio de la ruptura de la disciplina en el grupo de Çiller, cuando le llegó el turno de expresar su voto negativo al ex ministro de Exteriores Emre Gonensay uno de sus compañeros de filas se levantó de su escaño y le propinó un puñetazo. Las cadenas de televisión turcas daban también cuenta anoche de reyertas en los pasillos del Meclis entre diputados del DYP. Uno de los disidentes llegó a aparecer en pantalla con un ojo amoratado. Los incidentes tan sólo vinieron a culminar el desprestigio social que ha sufrido el Parlamento de Ankara la pasada semana por el descarado tráfico de votos ante la decisiva votación de ayer. La misma noche del domingo, un diputado del ANAP saltaba al Refah para hacerse un hueco a la sombra del poder.

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Sobre la firma

Juan Carlos Sanz
Es el corresponsal para el Magreb. Antes lo fue en Jerusalén durante siete años y, previamente, ejerció como jefe de Internacional. En 20 años como enviado de EL PAÍS ha cubierto conflictos en los Balcanes, Irak y Turquía, entre otros destinos. Es licenciado en Derecho por la Universidad de Zaragoza y máster en Periodismo por la Autónoma de Madrid.

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