"Los marginados de Perú me han elegido presidente"
ENVIADO ESPECIAL, Los orígenes de Alberto Fujimori y su triunfo electoral calificarían a este ingeniero agrónomo, sin pasado político alguno hasta que decidió optar a lo más alto, como de un moderado ciclón de la naturaleza. Pero es que, además, Fujimori es japonés; es decir, no es blanco ni tintado de indio, ni sus raíces son europeas o judeocristianas, aunque, sagazmente, sus padres le bautizaran e hicieran que fuera educado en el catolicismo ambiental; pero es que, también, ha derrotado en sucesivas elecciones al novelista Mario Vargas Llosa, el peruano más universal -y español-, y a Javier Pérez de Cuéllar, el peruano más internacional, antiguo secretario general de la ONU.¿Dónde y cómo se fraguó ese meteoro?
"Los marginados de Perú han elegido a otro marginado para que los represente, porque los hijos de los marginados, y en particular los japoneses, éramos marginados a raíz de la Guerra Mundial. Recuerdo que en la Universidad Agraria de La Molina sólo ingresaba la aristocracia criolla. Y sólo desde los años cincuenta la situación comienza a cambiar. Durante los últimos años se produce una revolución social que cambia la actitud colectiva ante el sistema, situación que no es percibida por los políticos y creo que ni por los sociólogos".
El presidente Fujimori, ante su mesa de despacho, local amplio pero austero, lleno de eficacia telefónica, habla un español directo, ni jovial ni arrogante, acentuado, dice la autoridad lingüística, hacia lo japonés, de sintaxis incierta, accesible, incoloro. Pero, sobre todo, orondo de sí mismo. Nadie sabía en Perú el día antes de las votaciones que iba a ganar. Pero él sí lo sabía.
"El triunfo de este marginado no fue en 1990, sino en 1984, en la Universidad de La-Molina". Quien habla era uno de los profesores rebeldes, ajenos al grupo de poder, que decide ser candidato al rectorado. "Aglutino a los marginados y soy elegido. A menor escala aquello reflejaba el cambio que sacudía el país. Por eso yo estaba convencido de que iba a salir. Cuando, fui a inscribir mi candidatura, el movimiento, de Fujimori éramos siete personas. Pero mi mensaje era: 'Vean ustedes, aquí hay alguien que los puede representar'. Y no me equivoqué".
¿Y cómo se hace esa fotografía al minuto?
"Toma su tiempo. Pero se puede ir a paso acelerado. Habrá visto en televisión que hoy he estado en un pueblo joven -mejor llamados bidonvilles de las grandes ciudades- que sólo ahora tiene agua y electricidad. Sus habitantes no se sentirán todavía tan peruanos como los ciudadanos de clase media, pero sí saben que el presidente está de su lado. Vayamos a la sierra, donde la herencia colonial dejó huellas muy negativas, que se reflejan en la desconfianza de la gente. Pues bien, se sienten ahora más peruanos que nunca. Estamos creando una nacionalidad consolidada. Piense que a causa del terrorismo hay medio millón de personas, de 23 millones, que aún no tienen documento de identificación".
'El gran éxito de Fujimori ha sido la virtual liquidación del movimiento terrorista Sendero Luminoso, con la detención de su líder Abimael Guzmán, alias Presidente Gonzalo, sobre quien se asegura que fue el propio presidente quien concibió la idea de hacerle fotografiar entre rejas.
"Para todo problema diseño una estrategia. Y si se trata del terrorismo, me voy al lugar de los hechos y marco una estrategia global inscrita en una estrategia integral de desarrollo. Con Sendero, lo fundamental era que la población tomara confianza en el Estado. En muchos sitios el representante del Estado era el militar o el policía, y la desconfianza hacia ellos era comparable a la que sentían ante los terroristas. Y a los militares les prohíbo cometer matanzas como ocurrió con los anteriores Gobiernos democráticos [cursiva de Fujimori]. El Estado se acerca al pueblo a través del Ejército, del sistema educativo; crea confianza hasta el punto de que los militares son hoy la segunda institución más popular del país, tras la Iglesia católica. Esto se completa con el mejor sistema de inteligencia de América, sin excluir a la del norte, y una legislación que permite sancionar severamente, sin escapatoria, a los terroristas. Ni en España han conseguido tanto en esa lucha".
Pero este presidente encarnación de un cierto fanatismo tranquilo, se dio un autogolpe en 1991, disolvió el Congreso, gobernó por decreto, reformó la Constitución en un sentido poco caritativo para sus oponentes, aunque también obtuvo su segundo mandato engordando su margen de victoria hasta el 64%. El Perú profundo, quechuahablante y serrano, le ratificó masivamente por encima de cualquier decoro democrático. El asegura saber por qué.
"Hay un descontento de los sistemas políticos frente a una democracia anquilosada, con regresiones. Porque todos los que sufren las consecuencias de malos manejos e ineficiencias quieren soluciones. Y se preguntan: 'Esta democracia, ¿para qué?', y hay una rebeldía que se expresa en las votaciones".
Le estorban, visiblemente, los intermediarios.
"Los partidos peruanos no son representativos de las aspiraciones del pueblo ni mensajeros eficientes con el poder. Para controlar la acción del gobernante ya hay todo un sistema de equilibrios, un Congreso democráticamente elegido, un poder judicial más autónomo que en cualquier parte del mundo. Toda una red del Estado. Le pongo un ejemplo, y no se alarme: hay una red de militares, pero no para reprimir; hay otra de la Iglesia".
A la cabeza se nos agolpa Mussolini.
"Mientras los partidos no desaparezcan, la sociedad se va organizando. Tras los gobiernos locales están las regiones, los clubes de madres. Es otra forma. En el sistema de partidos -que, pese a todo, sigue existiendo en el país- sí que no había democracia. ¿Qué hacía un partido político? Había una cúpula que rotaba en el poder. Y una con otra formaban la gran cúpula multipartidaria, y venga a rotar el poder. ¿Acaso los líderes de esos partidos habían sido elegidos democráticamente?".
Del presidente peruano se dice que tiene un plan de 15 años para acabar con la pobreza como lo hizo con el terrorismo. Eso sólo tiene el inconveniente de que su mandato acaba el año 2000 y haría falta una reforma constitucional para que pudiera presentarse a un nuevo periodo, sin vacación legislativa de por medio. Fujimori niega o afirma con pasable inescrutabilidad oriental que haya ningún plan, que lo apoyen los militares, que le quiera hacer un siete a la constitución. "No excluyo ni no excluyo. Sólo trabajamos para esa meta". ¿Erradicar la pobreza?
Pero de lo que no cabe duda es de que el presidente, para el que el calificativo de animal político no realza con vigor suficiente ninguno de ambos términos, vive en una nube de autogratificación. "Diga, sobre todo, que disfruto hasta lo indecible cada instante de la presidencia".
"España evoca colonialismo"
, El presidente Alberto Fujimori exulta demostrando que no es un sentimental. "La palabra España evoca en mí un colonialismo y una injusticia social, que la independencia no pudo liquidar. Pero, hoy, lejos de prejuicios, también es una potencia con la que colaborar".Ventajas, sin embargo, ninguna. El hecho de que no haga falta, intérprete para que un hijo de japoneses se entienda con un sevilllano o un oriundo de Valladolid no se cotiza en bolsa. "Aquí vamos al pragmatismo y al interés nacional. Si el negocio es más beneficioso con Alemania o con Malaisia, pues con ellos".Eso no impide que Fujimori, pronunciado por él mismo Fuyimori, como en Tokio, y apodado el chino, haya sido el primer presidente peruano en visitar oficialmente España, así como que se le haya puesto nuevecito el sistema telefónico a Perú con cabinas y listín incluidos como los de casa; que la banca española haya entrado con fuerza y apoyo popular; y que España sea el primer inversionista europeo en el país.Por ello, subraya el presidente Alberto Fujimori que no siempre imagen y negocio van de la mano. "Entre imagen y realidad hay una diferencia enorme. Pero lo importante es que los inversionistas como las empresas españolas Teléfonica y Banco de Bilbao o de Santander no se hayan guiado por la imagen, sino por la realidad, porque ésta no la mide la prensa internacional, sino las entidades de inversión".Fujimori no acaba, sinceramente, de comprender cómo ese mesianismo suyo capaz de discurrir por una finísima línea entre democracia y corporativismo, sea malquerido en Europa.Pero hay una fe que siempre le asiste. "Tengo confianza en que la verdad se impone y de que la gente, que ya no cree en los sistemas políticos, tampoco cree a los medios que insisten, pese a la realidad, en tacharnos de no demócratas".
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