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El pensamiento único

Joaquín Estefanía

Es cada vez más frecuente el distanciamiento entre lo que predican las autoridades económicas, lo que sucede y la percepción que los ciudadanos tienen de la realidad. En los últimos días hay varios detalles de ello; por ejemplo, mientras en la asamblea del FMI y del Banco Mundial se apuntaban dosis de optimismo sobre la recuperación y la estabilidad de los mercados, éstos entraban en turbulencia por la debilidad del franco francés y por la incertidumbre de la coyuntura mexicana. Otro ejemplo: cuando los síntomas del buen momento de la economía española se multiplican, el sondeo de demoscopia para EL PMS demuestra el intenso pesimismo de los ciudadanos frente a la bonanza.Lo que ocurre es que los Gobiernos y los organismos internacionales han dejado de ser los que dictan la marcha de la economía; los verdaderos amos de la misma son los mercados financieros. El poder ha desertado de la esfera de lo político y se ha refugiado en otros ámbitos, entre ellos el económico.

Cuando los medios de comunicación hacen las listas de las personas más influyentes, escasamente están representadas en ellas los políticos. Una concreción de este hecho: el mayor esfuerzo económico y financiero realizado sobre un país ha sido en México; se consiguió reunir alrededor de 50.000 millones de dólares con la intervención de EE UU, la banca privada, el FMI, Banco Mundial, etcétera. Pues bien, sólo tres grandes fondos de pensiones norteamericanos controlan más de 500.000 millones de dólares; sus gestores son más importantes que el director gerente del FMI o que cualquier ministro de Economía.

Mientras estas disonancias se multiplican, el mensaje repetido por los Ejecutivos de cualquier signo y por los organismos de Bretton Woods es prácticamente similar: reducir el gasto público, aumentar las tasas de ahorro, acabar con el déficit público y con la inflación, etcétera. Es lo que Ignacio Ramonet, director de Le Monde Diplomatique, denomina el pensamiento único, que pretende tener siempre razón -sean cuales sean las circunstancias y los ámbitos geográficos- y ante el que cualquier argumento tiene que inclinarse.

Ramonet ha escrito un texto (incluido en el libro titulado expresivamente Cómo nos venden la moto) en el que describe el decálogo comprendido en ese pensamiento único, en el que lo económico prima siempre sobre lo político: 1) el mercado, cuya mano invisible corrige las asperezas y definiciones del capitalismo; 2) los mercados financieros, cuyos signos orientan y determinan el movimiento general de la economía; 3) el libre intercambio sin límites, factor de desarrollo ininterrumpido del comercio; 4) la mundialización tanto de la producción manufacturera como de los flujos financieros; 6) la división internacional del trabajo, que modera las reivindicaciones sindicales; 7) la moneda fuerte, factor de estabilización; 8) la desrreglamentación o desregulación de la economía; 9) las privatizaciones; y 10) la liberalización económica, en general.

No es Ignacio Ramonet el único que está reflexionando sobre estos asuntos. El profesor de la Universidad Católica de Lovaina, Ricardo Petrella, acaba de escribir otro artículo titulado Las nuevas tablas de la ley, cuyas tesis coinciden casi exactamente con las de Ramonet. Y ambos parten del axioma de Paul Watzlawick: "De todas las ilusiones la más peligrosa consiste en pensar que no existe sino una realidad".

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