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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Pujol suelta la mano

TANTO SI los comicios son en noviembre -como si se, celebran en marzo, es evidente que estamos en plena vigilia electoral, y en esa clave habrá que interpretar los movimientos de los partidos a partir de ahora. Una de las pruebas de que la coyuntura es preelectoral es el énfasis con que todos se remiten a los intereses generales cada vez que defienden los de su partido. El motivo principal de la ruptura de Pujol con González, formalizada ayer, es que el mantenimiento de la alianza implicaría más riesgos que ventajas desde el punto de vista de su interés prioritario: mantener la mayoría absoluta en las autonómicas catalanas. Pujol piensa ahora que le interesa celebrar las autonómicas con Aznar ya instalado en La Moncloa. Por eso propone a González invertir el orden del calendario pactado y. celebrar las generales en otoño. Pero su principal arma de presión, los Presupuestos, es contradictoria con ese propósito. ¿Pará qué iba a necesitar González el apoyo de CiU a su proyecto de Presupuestos si el adelanto electoral impediría su tramitación?Pujol considera que las condiciones en que pactó un calendario en julio han cambiado por las vicisitudes del caso GAL, que está ya en manos del Supremo y cuya fiscalía ha recomendado pedir el suplicatorio para el ex ministro Barrionuevo. Si hace un año se hubiera planteado una situación así, es seguro que todo el mundo, incluyendo muchos dirigentes socialistas, habría considerado imprescindible la disolución de las Cortes y la convocatoria inmediata de elecciones. Seguramente, con el añadido de que González no debería volver a ser el candidato del PSOE. . A esa situación se ha llegado, sin eiribargo, cuando el presidente del Gobierno ya había aceptado la hipótesis de disolución anticipada e incluso ofrecido a la oposición pactar un calendario electoral. Mucha gente pensaba que eliminar ese factor de incertidumbre permitiría serenar la vida política, desligándola de los avatares judiciales, y preparar una alternancia tranquila. Pero un presidente que hace esa concesión sabe que arriesga una considerable pérdida de autoridad si su oferta no es aceptada. La oposición argumentaría que si hay motivos para disolver anticipadamente, ¿por qué esperar a esa fecha y no hacerlo de inmediato? Es lo que pasé. Aznar, que en el debate sobre el estado de la nación había pedido un calendario, se negó incluso a discutirlo cuando González lo ofreció. Su comportamiento no fue excesivamente leal, y desde luego fue poco coherente con sus apelaciones a favor de una alternancia no traumática. En todo caso, el sucedáneo, un pacto González-Pujol sobre la pauta de primero autonómicas y luego generales, era débil en ausencia del compromiso de Aznar; especialmente en un momento inevitablemente sometido a los efectos de las decisiones judiciales, que no entienden de calendarios o de sentido de la oportunidad,

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Por eso ha quebrado el frágil -acuerdo: los efectos del caso GAL han alertado a Pujol del riesgo que corría si las elecciones catalanas se celebraban estando en vigor su alianza con un presidente bajo sospecha y en condiciones de máxima incertidumbre judicial (y mediática). Pujol ha comprendido que las ventajas de prolongar esa alianza (incluyendo la de ser leal al pacto suscrito) no compensaban un riesgo que ya era la pérdida de la mayoría absoluta en las autonómicas; y siempre ha reconocido que su prioridad era la política catalana. Pero esa prioridad no tiene por qué ser in compatible con la de asentar sobre bases duraderas la recuperación económica,: que pasa, por aprobar los nuevos Presupuestos, y no prorrogar los de 1995: algo probable si González se empeñara en gobernar en mi noría hasta marzo e inevitable si la disolución del Parlamento se produjera este otoño. Rubalcaba insistió ayer en que, de todas formas, CiU seguirá estando más cerca de la política del PSOE que de la de Aznar o Anguita, y que por ello no se excluyen acuerdos punto a punto en la tramitación de los Presupuestos si Pujol renuncia a pedir la devolución. Seguramente no hay unanimidad al respecto en CiU. Pero era poco realista pensar que los socialistas aceptarían ahora el cambio de orden propuesto por Pujol. Modificar el calendario para complacer a Pujol hubiera proyectado una imagen de supeditación al nacionalismo catalán poco conveniente en una coyuntura preelectoral. Además, los socialistas necesitan un mínimo plazo para resolver la cuestión interna del candidato que sustituya a González. Relevo que parece obligado a la, vista de las responsabilidades políticas derivadas del caso GAL. Que los socialistas superen sin rupturas graves ese proceso interno es algo que no sólo interesa a ellos, sino al equilibrio político. Y necesita tiempo, además, para culminar algunos proyectos legislativos, como el Código Penal y la Ley del Aborto, de los que esperan obtener réditos electorales. Otro argumento es que ninguno de los motivos aducidos a favor del adelanto electoral se vería afectado porque las elecciones se celebrasen en diciembre o en marzo. Incluso si, como ha vuelto a proponer Aznar, CiU apoyase una moción de censura condicionada a la convocatoria por el ganador de elecciones inmediatas, los plazos reglamentarios situarían la cita no antes de febrero o marzo. Resulta algo artificial, por tanto, el dramatismo con que se discute de la fecha, cuando se trata de una diferencia de, como mucho, dos. o tres meses.

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