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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Rikardo Blázkez

ROMA HA hablado: Ricardo Blázquez será el nuevo obispo de Bilbao. Esperar una decisión diferente era desconocer a la Iglesia, una institución con 2.000 años de experiencia. Si el Vaticano tenía dudas, Arzalluz se las despejó: tras la advertencia del presidente del Partido Nacionalista Vasco, cualquier otro desenlace habría sido interpretado como una cesión a las presiones políticas. Por tanto, habrá un obispo no vasco en la capital vizcaína. La reacción del PNV ha sido advertir que el nuevo prelado "no será bienvenido" y reafirmarse, por boca del diputado. Anasagasti, en su rechazo a lo que considera una "maniobra política de tinte conservado?.Ni el Vaticano ni la jerarquia española han explicado por qué han decidido modificar el criterio que les llevó a nombrar obispos de origen vasco en los últimos años. El giro es en principio discutible. No sólo porque ya se sabía que iba a ser motivo de polémica,. sino porque inevitablemente habría de verse como un paso atrás respecto a algo que se consideraba unido a la recuperación de las libertades y la autonomía. Y también porque va en contra de la práctica de la propia Iglesia, que ha preferido, por lo común, obispos enraizados en la comunidad.

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Sin embargo, la forma como el nacionalismo ha presentado el problema ha aumentado la confusión. El supuesto conservadurismo de Blázquez ha sido invocado para vestir con razones más sofisticadas lo que apareció como una actitud abiertamente xenófoba La polémica, ulterior ha servido para matizar algunos juicios precipitados, pero también para revelar la persistencia de ciertos. prejuicios. El criterio que identifica nacionalismo y progresismo, por ejemplo, es discutible. Los obispos vascos que el PNV considera progresistas, como Setién, se han alineado con las posturas más conservadoras en materias de costumbres o enseñanza. Y el criterio de identificación con los más débiles tal vez llevaría hoy a ponerse en el lugar de quienes ni siquiera poseen el euskera, llave para acceder a becas, trabajos, ayudas.

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La cuestión de la lengua ha acabado convirtiéndose en el argumento principal del nacionalismo para impugnar la candidatura de Blázquez: un pastor que lo quiera ser de todos los feligreses deberá ser capaz de hablar las dos lenguas que se utilizan en su diócesis. Sin duda es un argumento a tener en cuenta, pero no puede considerarse una condición excluyente, ni siquiera fundamental. En Guipúzcoa, donde casi la mitad de la población habla euskera, sí podría serlo. No en Vizcaya, y menos aún en Álava, donde la inmensa mayoría de la población es monolingüe.

En su primera declaración tras hacerse público su nombramiento, Blázquez se ha comprometido a intentar aprender euskera. Como recordó ayer Anasagasti, invocando su propia experiencia, el hasta ahora obispo de Palencia tendrá ocasión de comprobar que tal empeño no es cosa fácil, al menos a los 54 años. Podrá así compartir la experiencia de muchos funcionarios y otros ciudadanos enfrentados al mismo empeño para no perder su empleo o tener acceso a uno.

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