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La Europa bochornosa

La duda se ha hecho insoportable tras la conquista serbia de Srebrenica y Zepa: ¿qué tipo de Europa estamos construyendo en la parte más próspera del continente? En su mismísimo dintel, una horda salvaje esgrime un ideal fascista de purificación étrilca para matar niños, violar mujeres, secuestrar hombres, expropiar hogares y bombardear ciudades, y nuestra Europa busca toda Clase de excusas para no tener que liarse a guantazos con los bárbaros. ¿Es que sólo está pensada para intercambiar capitales y mercancías dentro de unas sólidas murallas? No era eso lo que se nos había ofrecido."No volem aquesta Europa", gritaron hace unos días miles de catalanes en la plaza de Sant Jaume. "Esta Europa" es la de las tripas grasientas tostándose en las playas mientras su presidente en ejercicio demuestra una mediocre formación política e histórica al declararse contrario a emplear la fuerza para imponer la paz, miente al decir que nadie en el continente propugna tomar las armas para detener a los serbios y se burla de las víctimas de la atrocidad al concluir que va a seguir propugnando soluciones diplomáticas. Son las tres cosas que sobre Bosnia dijo Felipe González el pasado lunes tras su entrevista con el primer ministro húngaro. ¿Para eso insistía tanto en presidir la Unión Europea?

En el mejor de los casos, una espantosa confusión se ha instalado en muchas conciencias europeas amantes de la paz y contrarias a aventuras militares. El pacifismo, en efecto, impulsa a agotar todas las posibles soluciones no violentas a los, conflictos civiles e internacionales. El antimperialismo, cierto es, conduce a oponerse al envío de nuestros soldados a guerras en las que sólo están en juego los intereses materiales de una minoría. Pero, en primer lugar, el pacifismo y el antiimperialismo son valores de la misma categoría que el antifascismo. Y, en segundo, lo que precisamente está en juego en Bosnia es la defensa de esos tres principios frente al belicismo, el imperialismo y el fascismo de tipos como Karadzje y Mladic. Bosnia no tiene nada que ver con Vietnam.En el peor de los casos, tiene razón Jean Baudrillard, y nuestra Europa está muerta. "La impotencia militar occidental para reaccionar a la agresión serbia", escribe Baudrillard, "es igual a la imposibilidad de poner en peligro la vida de uno solo de sus soldados. Esta parálisis militar no tiene nada de extraño: está ligada a la parálisis mental del mundo civilizado". Se trata, según el filósofo francés, de la parálisis cómoda y cobarde del ricachón, de una auténtica muerte moral. Los serbios así lo han comprendido. El general Mladic cacarea su convicción de que los países democráticos son incapaces de arriesgar el pellejo de sus hijos en expediciones internacionales en defensa de los valores que predican. Hace unas semanas Mladic y los suyos hicieron un ensayo general: tomaron como rehenes a los cascos azules y derribaron un avión norteamericano. No hubo respuesta. Los serbios pasaron entonces a la ofensiva general.

Qué lejos está la sancho pancesca actitud expresada por González de la de los padres fundadores de la civilización europea. Éstos no excluían la perspectiva de tener que imponer por la fuerza la paz, la libertad y los derechos humanos. "Parece una contradicción", escribió Voltaire, "sostener la indulgencia y la tolerancia con las armas en la mano, pero es que la intolerancia es tan odiosa que se merece que le den un buen coscorrón En este Año Internacional de la Tolerancia, deberían retenerse las palabras de Voltaire: "Con las armas en la mano".

Cuenta Zlatko Dizdarevic, autor de Retratos de Sarajevo, que cuando a uno de los habitantes de la ciudad mártir se le comentó que algunos bienintencionados propugnaban la idea de incluir a Bosnia en la Unión Europea, éste respondió: "Pueden hacer lo que quieran conmigo, pueden incluso matarme; pero no me pueden obligar a formar parte de su mundo. Tendría `vergüenza de decir a mis hijos que he sido declarado un europeo en el sentido en que ellos se ven a sí mismos". El "ellos" del habitante de Sarajevo son los líderes y quizá muchos de los ciudadanos de la Unión. Pero a este lado de la muralla también hay quienes no se resignan a reducir el proyecto de la bandera azul con las estrellas doradas a un mercado obeso y cobarde.

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