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Con Verdi una y otra vez

No está el horno para demasiados bollos con el relanzamiento lírico de Madrid, vía teatro Real. Las administraciones públicas se han empeñado en matar la ilusión, y lo están consiguiendo. Afortunadamente, el teatro de La Zarzuela mantiene el pulso operístico de la capital. Este mes de mayo recuperan uno de los títulos de moda de la escena mundial en los últimos años, Stiffelio, de Verdi, ópera estrenada en Trieste en 1850, solamente cuatro meses antes de que viera la luz por primera vez Rigoletto en Venecia.Stiffelio es una obra de enorme interés. El propio Verdi manifestó en 1854 la gran estima que tenía a esta partitura. La historia, adaptada por Piave del drama Le pasteur, de Bourgeois y Sauvestre, es atípica en el mundo de la ópera y se centra en los conflictos morales de un clérigo protestante cuya mujer es adúltera. No faltan ninguno de los típicos ingredientes románticos: citas y duelo a espada en el cementerio, cartas secretas, llamadas al honor y al orgullo ("nobil conte Raffaello, tu non sei che un trovatello") arrepentimientos y perdón. Los protagonistas viven sus problemas cotidianos con dudas y con tradiciones, en un entramado de sutilezas psicológicas y existenciales, lejos ya de los valores absolutos de los héroes de títulos anteriores verdianos como Nabucco, Attila o Juana de Arco, y prefigurando el camino del bufón Rigoletto o de Violetta en La traviata. La música incide en el acento dramático de las situaciones y tiende más al equilibrio global por escenas que a los números aislados, pero sin prescindir de un noble melodismo, de unos atractivos conjuntos y de una elaborada orquestación.

La censura no vio con buenos ojos en la época del estreno estos ternas de infidelidades conyugales y la comprensiva cita bíblica de "quien esté libre de pecado, tire la primera piedra" del tercer acto. Para las representaciones de Roma, Florencia o Nápoles hubo cortes, el pastor fue transformado en primer ministro y la acción se retrasó del, siglo XIX al XV, cambiándose el título por el de Guglilmo WeIlingrode. Después, la ópera se trasladó aún más lejos, a Escocia en los años de las Cruzadas, reestrenándose en Rímini en 1857 como Aroldo. No se libró, claro, de algún despropósito, como citar el divorcio en un contexto medieval, donde, como escribe Massimo Mila, "probablemente las mujeres adúlteras eran simplemente enviadas al verdugo o encerradas a pan y agua en una torre". Lo cierto es que Aroldo se extendió por todo el mundo y algunas ciudades como Sevilla montaron las dos óperas gemelas en 1859, como hace exactamente 10 años hicieron también en Venecia.

Stiffelio ha sido objeto de una nueva edición crítica a cargo de Kathleen Hansell, de la Universidad de Chicago, en colaboración con la casa Riccorde de Milán, a partir de los materiales originales conservados en el archivo de Sant'Agata y facilitados por Gabriella Carrara-Verdi. De esta manera ha recorrido desde Parina hasta Nueva York, desde Londres y Milán hasta Boston y Brooklin. El reconocimiento de sus méritos ha sido prácticamente unánime, y en ello han coincidido tanto los partidarios del primer Verdi, el de los años de galera con sus arias endemoniadas y sus pasiones exacerbadas, como los del Verdi de madurez, de una mayor riqueza dramática y estructural. Plácido Domingo y José Carreras han dado vida repetidas veces durante los últimos años al personaje del pastor protestante. El primero de ellos tenía previsto inaugurar hoy las representaciones del teatro de La Zarzuela, pero, un repentino agotamiento vocal en el ensayo general le impedirá asistir a su primera cita madrileña.

En Madrid, Stiffelio es un acontecimiento lírico. Permite comprender mejor al Verdi desde el conocimiento de uno de sus eslabones perdidos, y sobre todo anima a seguir indagando en la belleza inconmensurable e incomparable de uno de los compositores más humanos, sanamente excesivos, sabios y profundamente populares de la historia de la ópera.

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