La literatura y el horror
"Las palabras conmueven, los hechos arrastran", puede leerse en La Iliada. Hay otras palabras que también inflaman, envenenan y arrastran, pero yo me estoy refiriendo a buenas e incitantes palabras, como las de M. Vicent: un niño del campo de refugiados, el huerfanito Kamaraté, le seguía a todas partes como un perrito faldero, y, desde Madrid, Vicent le dedica un recuerdo y una lágrima mientras saborea el té de Ruanda... Uno se pregunta cuántos Kamaratés podrían haber sido rescatados del infierno por todo! aquellos que se prestan con su inteligencia y con su pluma a iluminar el horror, pero que jamás han logrado que deje de perpetuarse la carnicería humana. Un fotógrafo surafricano obtuvo no hace mucho el PremioPulitzer con una foto que dio la vuelta al mundo: un niño africa no agonizante, víctima del hambre, era observado por un buitre, expectante, dispuesto a lanzarse sobre sus despojos. Preguntado el fotógrafo si hizo algo por aquel niño, respondió que no, pues en realidad había miles como él y no habría servido de nada.
Aun desde una lógica puramente mercantilista sería justo que ciertos escritores y artistas se planteasen si contraen algún tipo de responsabilidad o deuda no sólo moral con el sufrimiento y la desgracia que tanto les inspiran y que tanto galardón y beneficios a veces les proporcionan, pues el puro y noble testimonio que dan sólo sirve, al parecer, para aturdir las conciencias con el impacto de la emoción o petrificarlas con la coraza de la rutina. Quizá tenga que ser así y no pueda ser de otra manera pero uno tiene que preguntarse entonces qué es lo que realmente ennoblece la literatura y el arte si han de ir acompañados de tanta impotencia o de tanto cinismo-
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