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Presidente

Julio Llamazares

Ahora que ya ha pasado todo, conviene recordar los hechos. El pasado domingo, el Real Madrid eligió nuevo presidente (que resultó r el viejo y antes hemos vivido una campaña electoral que nada tuvo que envidiar a la de cualquier presidencia de gobierno. Hasta debates televisados hubo (y para todo el país), como en América.Como aficionado al fútbol, pero sin colores (si acaso, los de Laudrup, juegue en el equipo que juegue), he asistido estupefacto a la campaña de los candidatos. Publicidad, caravanas, carteles por las paredes, programas, mítines, hasta sondeos de opinión hubo, como en las elecciones al Parlamento, y todo para ser presidente de un club de fútbol; un club histórico y grande, ciertamente, pero un club al fin y al cabo.

Y, mientras tanto, el presidente del país, y con él todo su Gobierno, a punto de arrojar la toalla.

Sé que la ambición humana es inmensa y que, si la gente se pega hasta por ser presidente de su comunidad de vecinos, más lógico es que lo haga para serlo de un equipo que, como el Barcelona, es más que un club y que da a quien lo dirige popularidad y fama (ahí están Santiago Bernabéu o el propio Ramón Mendoza para demostrarlo). Pero lo que ya me sorprende más es que la gente, y no sólo los socios madridistas, que son los que al fin votaban, haya vivido estas elecciones con más interés incluso que el debate sobre el estado de la nacion que al mismo tiempo se celebró (con el telón de fondo de los GAL y con la petición por la oposición de elecciones anticipadas) y que quedó por debajo, en índices de audiencia, de los distintos debates sobre el estado del Real Madrid protagonizados por los candidatos.

Interés que confirmó luego el alto índice de participación en las urnas del Bernabéu (casi un 70%), infinitamente mayor que los de las últimas elecciones celebradas en España.

Como esto siga así, los políticos van a tener que convertir el país en un club de fútbol para que les hagan caso.

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