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'Cruzada' etarra contra la droga

ETA ha matado a más de 20 personas a las que vinculaba al narcotráfico

ETA inició su particular guerra contra "la mafia de la droga" en abril de 1980 con la voladura del pub El Huerto, de San Sebastián. En el comunicado difundido para reivindicar esta acción, la banda explicaba que había decidido "abrir este nuevo campo de intervención armada" al advertir que la droga sirve de "arma complementaria a los diferentes aparatos de represión". Por este sistema, según ETA, "se corrompe a la sociedad vasca y se desorienta a la juventud en el verdadero objetivo de liberación personal y colectiva que se manifiesta en la lucha revolucionaria".En Euskadi hay miles de jóvenes enganchados a la heroína, y ETA decidió convertir esta lacra social en un nuevo banderín de enganche para captar las simpatías de la población. Pero también es un enorme problema el alto índice de alcoholismo del País vasco y, sin embargo, la banda se ha mostrado mucho más tolerante hacia el ¡consumo de txikitos, considerando que el chateo forma parte de la tradición cultural vasca, según los razonamientos divulgados en alguno de sus boletines internos.

En su campaña contra la droga, la organización terrorista dió en octubre, de 1980 un importante: "salto cualitativo según su propia. expresión. En esas fechas pasó de volar bares donde presuntamente se consumía y se traficaba, al asesinato de personas supuestamente vinculadas a este ilícito negocio. Con la muerte de Juan Fernández Aspiazu y días después, del abogado doñostiarra José María Pérez de Orueta, la cúpula terrorista. presumió de haber asestado "dos duros golpes al tráfico de droga"..

"La campaña contra esta mafia de la droga no obedece a esquemas paternalistas o moralista a propios de la burguesía, sino a un análisis profundo de la situación y a las negativas repercusiones de índole socio-política que su proporcional extensión conlleva hacia las aspiraciones democráticas y nacionales de nuestro pueblo" sentenciaron los ideólogos etarras.

La policía ha sugerido en diversas ocasiones que, mientras ETA dice perseguir al narcotráfico, hay personas de su entorno relacionadas con esta actividad. En 1988, el entonces gobernador civil de Guipúzcoa, José Ramón Goñi Tirapu, declaraba que "en las últimas operaciones de incautación de droga aparecen personas de HB vinculadas a la trama del narcotráfico". Tales imputaciones no han llegado a ser probadas.

La policía ha señalado otras veces que tampoco es raro que entre los miembros de los comandos haya adictos o ex adictos a los estupefacientes. El caso más reciente es el de Ignacio Rekarte, un ex toxicómano integrante del comando que en febrero de 1992 mató con un coche bomba a tres santanderinos. Rekarte fue detenido tras ser cobijado por el arcipreste de Irún, José Ramón Treviño, y relató en los interrogatorios policiales que él y otro compañero se habían jugado a cara o cruz, el 7 de agosto de 1991, el extraño privilegio de coser a tiros aun presunto narcotraficante de Irún.

Más de una veintena de personas han pagado con su vida la particular operación limpieza emprendida por la organización terrorista hace casi tres lustros. Pero alguna de ellas, como el re5taurádor Sebastián Aizpiri, de Eibar, fueron víctimas de un mortífero "error" que ETA ya no pudo reparar con un simple comunicado.

Jesús María Artetxe, al que la banda etarra señaló en 1982 con su dedo acusador, reconoció haber sido "uno de los mayores consumidores de droga de Tolosa", pero también resaltó la contradicción de que se rechace socialmente a quienes fuman porros y que, sin embargo, «sean aceptados como algo natural fenómenos mucho más graves y perjudiciales como el alcoholismo". Artetxe, antiguo militante del PCE, logró escapar de "los que aplican el tiro en la nuca como única forma de diálogo" como él mismo dijo.

Quienes conocen bien la actitud vengadora de ETA contra la droga mediante el juicio sumarísimo de la bomba, son los Bañuelos. Esta familia, residente en el barrio bilbaíno de Txurdinaga, ha sufrido varias bajas: dos de su miembros fueron asesinados en 1988 y 1989, y otros dos -entre ellos una niña de 11 años- sufrieron graves heridas por la explosión de un artefacto en 1991. Una mano anónima dejó entonces en la fachada de la vivienda de los Bañuelos una pintada a modo de sentencia: "Amonal o metralleta, traficante a la cuneta".

La cruzada de ETA contra el narcotráfico se limitó durante más de un decenio a asesinar a pequeños presuntos camellos. Es poco probable que estas víctimas fueran quienes movían los poderosos tentáculos de las redes del narcotráfico, en el País Vasco.

La organización terrorista dio otro paso adelante en su espiral justiciera en enero del año pasado, al dar muerte a José Antonio Santamaría, ex jugador de la Real Sociedad y ex propietario de la discoteca ibicenca Ku, al que imputaba su implicación en estas actividades delictivas.

Un amigo de Santamaría, José Manuel Olarte, Plomos, fue asesinado hace dos semanas, cuando cenaba en una sociedad gastronómica de San Sebastián. El comentario que entonces hizo el portavoz de HB, Floren Aoiz, insistió en el tradicional discurso de ETA: "Hay mucho narcotraficante en la calle protegido por el Gobierno".

Una familia perseguida a muerte

Si alguien sabe a qué se refería ETA cuando en aquel lejano mayo de 1980 anunciaba que iba a emprender "ataques de eliminación física" de personas relacionadas con la droga, ese es el clan de los Bañuelos. Esta familia quinqui, originaria de Burgos y Palencia, ha sufrido tal campaña en su propia carne.Ramón Bañuelos, de 33 años, fue el primero en caer asesinado, en octubre de 1988. Un año después seguía la misma suerte su primo Ignacio Bañuelos Lasso, fallecido al explotar la bomba colocada en su vehículo. En enero de 1991, María García Bañuelos, de 27 años, sufrió la amputación de la pierna derecha y su hija Laura, de 11, tuvo que se ser atendida de múltiples contusiones a causa de otro artefacto que hizo explosión al poner en marcha su furgoneta en la calle de Julián Gayarre.

Los Bañuelos vivían en el barrio bilbaino, de Txurdinaga, una zona azotada por la droga. Tanto que los vecinos, hartos y desesperados, pegaron hace unos años en sus calles pasquines con 60 nombres bajo la leyenda Relación de narcotraficantes de la avenida Julián Gayarre. Peligrosos sociales de Txurdinaga.

El Gobierno vasco tiene en marcha un programa, que abarca hasta 1995, en el que tiene previsto gastar 13.000 millones de pesetas para prevenir la drogadicción y el alcoholismo. Euskadi es una de las comunidades con mayor índice de enganchados a la heroína, un grupo que sufre incluso mayor rechazo social que los terroristas, según una encuesta realizada hace dos años.

El Gobierno vasco dice que en Euskadi se ha frenado el consumo de heroína, pero que uno de cada cuatro jóvenes abusa del alcohol.

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