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Crítica:TEATRO
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Killer

La obra comienza como Hamlet, a esa hora "en que los guardias, cansados de silencio y hartos de escrutar la oscuridad, son, a veces, víctimas de alucinaciones", según el texto de Koltes. Comienza con un fantasma que se aparece en el tejado de una cárcel, de la que se escapa, y termina con un arcángel que se mata, se suicida. El fantasma y el arcángel son un mismo personaje: Roberto Zucco, asesino de su padre, de su madre, de un inspector de policía y de un niño. Un asesino, un killer, como se confesó Roberto Succo, el personaje real en que se inspira la criatura de Koltes, cuando se entregó a la policía italiana.Una tragedia de hoy, con gentes de hoy. Vemos cómo Zucco estrangula a su madre y luego asesina de un disparo a quemarropa, en la cabeza, a un niño de 14 años. Escenas tratadas con un hiperrealismo brutal. Aunque sabemos que el héroe tiene que morir, esa tragedia es muy dificil de digerir. ¿Por qué? Pues porque no acaba de ser una tragedia; porque, en realidad, se trata de una tragicomedia, una tragedia con un coro cómico, patético, para ser más exactos. El coro somos los espectadores.

Roberto Zucco

De Bemard-Marie Koltes. Traducción: Guillem-Jordi Graells y Lluís Pasqual. Compañía Teatre Lllure. Intérpretes: Eduard Fernández, Laia Marull, Anna Lizaran, Emnia Vilarasau... Espacio escénico y vestuario: Frederie Amat. Dirección: Lluís Pasqual. Barcelona, Palau de l'Agricultura, 11 de septiembre.

Tal vez lo que hay tras los horribles asesinatos de Zucco no es más que ternura que, en su busca torcida de un amor real, se agota en unas manos fuertes que empiezan acariciando y acaban matando. Nosotros podemos hacer zapping, él no, de ahí su condición de de personaje trágico.

Era muy arriesgado mostrar, levantar ese texto, difícil y sin concesiones. Pasqual ha hecho que nos ríamos -risa franca, brutal, ¿Catártica?- por primera vez con Koltés; ha sabido darle la vuelta a la tortilla. Una lección de creatividad: de hacer de lo que no se sabe cómo hacer, algo bien hecho; haciendo del obstáculo estímulo. Se trata de lo mejor que le he visto a Pasqual después de Comedia sin título, su último Lorca. El Lliure sube el listón.

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