Isabel II abre a los turistas los tesoros artísticos del palacio de Buckingham
La recaudación se invertirá en reparar el incendiado castillo de Windsor
Es la mayor atracción turística de este verano. Hay quien lleva días acampado para conseguir entrada. El palacio de Buckingham, residencia londinense de la reina Isabel H, se abre hoy al público por primera vez en la historia. Hasta el 1 de octubre, más de 400.000 personas tendrán el privilegio de hollar la mítica residencia mientras sus inquilinos, la familia real, disfrutan de sus vacaciones en la fínca escocesa de Balmoral. A su vuelta, la reina se encontrará con una recaudación de unos mil millones de pesetas (a 1.600 pesetas la entrada), más lo que rinda la tienda de chucherías. Todo se destinará a la restauración del incendiado castillo de Windsor, presupuestada en unos 8.000 millones de pesetas.
Como ensayo general, ayer se permitió la entrada a la prensa. Y ahí estaban todos. Andrew Morton, célebre autor de Diana, su verdadera historia; James Whitaker, autor de otro libro sobre el desmoronamiento de la familia real y especialista del Daily Mirror; Arthur Edwards, fotógrafo de The Sun y asimismo cronista literario de los desventurados Windsor... Los miembros del llamado pelotón de ratas pasearon boquiabiertos por esos salones que habían descrito mil veces sin haberlos pisado en su vida. "Magnífi co", opinó Morton. "Auténtica clase", terció Edwards. "Es pléndido, cada estancia mas impresionante que la anterior", proclamó Whitaker.¿Magnífico? ¿Espléndido? Vayamos por partes. La colecciórt de pintura que adorna las paredes es ciertamente extraordinaria: Rubens, Canalettos y Van Dycks al por mayor. En cuanto a la decoración, abrumadoramente dominada por granas y dorados, ha de resultar fascinante para los especialistas en victoriano tardío y, en general, para todos aquellos que tengan una miniatura de la torre Eiffel- sobre el televisor. Se puede hablar de exuberancia, de grandiosidad y de lujo, pero la palabra elegancia queda muy fuera de lugar en Buckingham. Los interiores de palacio son, digamos, el equivalente arquitectónico de los sombreros de sus inquilinas.Cola de 7.000 personasPara esta mañana se esperan colas de hasta 7.000 personas. Los portavoces de palacio aseguran que el movimiento de la fila "será muy rápido" una vez se abran las taquillas, a las nueve de la mañana. El ensayo general de ayer indica, sin embargo, que las cosas no serán tan rápidas. Una vez adquirida la entrada, hay que pasar por un triple control de seguridad: registro minucioso de bolsos y mochilas, arco detector de metales y cacheo. La operación no dura menos de dos minutos por persona. Se entra por un lateral de palacio, desde el que se accede al gran patio interior y -a la puerta principal del edificio dedicado a actos oficiales, el único accesible al público. A la derecha queda el llamado Gran Salón, uno de los más pequeños de palacio, resto del edificio original construido entre 1702 y 1705 por el duque de Buckingham. Casi todo lo demás corresponde a la ampliación acometida a partir de 1762 por Jorge III, después de adquirir la finca, por 28.000 libras de la época, al hijo bastardo del duque. A la izquierda arranca la Gran Escalera, que tampoco es tan grande como su nombre podría sugerir y conduce al primer piso.Una vez en la planta superior, se cruza la habitación de la guardia y se accede al Salón Verde, antesala del Salón del Trono. En este último están las sillas que -utilizan Isabel 11 y Felipe de Edimburgo durante los nombramientos de caballeros, concesiones de medallas y demás tareas regias. No son tronos, técnicamente hablando. El único trono del reino está en la Cámara de los Lores, como símbolo del poder supremo del Parlamento. Junto al Salón del Trono está la Galería de Pinturas, un pasillo en el que se acumula una fortuna en arte. Sólo es una pequeña muestra, cambiada periódicamente, de la colección real: 10.000 óleos y miniaturas, 10.000 acuarelas, 20.000 dibujos y medio millón de grabados, más unos cuantos miles de muebles, esculturas y ornamentos.Nuevo palacioLa ornamentación refleja fielmente los gustos imperantes en 1837, cuando la recién coronada reina Victoria se convirtió en el primer monarca residente en Buckingham y no en el cercano palacio de San Jaime, que -aún da nombre a la Corte y donde siguen celebrándose ceremonias oficiales. Dice bastante en favor del gusto de Victoria que, casi inmediatamente, acometiera la construcción de un nuevo palacio, más simple y luminoso, en Knightsbridge. La muerte del rey consorte, Alberto, rompió los planes de traslado y el que debía ser palacio oficial nunca fue ocupado. Alberga actualmente el Museo Victoria & Alberto. La visita a Buckingham se completa con el comedor (del que han sido retiradas mesa y sillas), la sala de música, más salones, entre ellos el Azul, predilecto de la reina, el Corredor de Mármol de la planta baja y los jardines, con sus caballerizas, residencias para empleados y lago artificial.
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