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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Torpedo y filigrana

SI NO quieres caldo, dos tazas. El congreso de Convergència Democrática de Catalunya clausurado ayer ha regalado un precioso argumento a quienes vienen oponiéndose a la corresponsabilidad fiscal, concretada en la cesión de un 15% del impuesto sobre la renta (IRPF), según la filosofía pactada hace nueve meses en el Consejo de Política Fiscal y Financiera (CPFF). El partido que preside Jordi Pujol ha acordado que la cesión del 15% debe entenderse como un primer paso para la "cesión plena" de este impuesto -es decir, del 100% de la recaudación del IRPF en Cataluña- o, en su defecto, debe complementarse con la cesión de la fase minorista del IVA y del nuevo impuesto de matriculación de vehículos.La cesión plena, aunque sea gradual, del IRPF no responde a un esquema de corresponsabilización fiscal, un concepto sobre el que el consenso, pese a las reticencias de algunos sectores del PSOE, es ya bastante amplio. Corresponde más bien a un esquema de autarquía fiscal. Dicho de otro modo: la cesión del 15% se inscribe en una lectura federal del desarrollo del Estado autonómico, uno de cuyos principales modelos es Alemania, país en que los länder manejan un 42,5% de la recaudación del IRPR La cesión del 100% equivale en esencia al modelo excepcional del concierto vasco, que aun siendo constitucionalizado, es de naturaleza confederal: toda la recaudación está atribuida a la comunidad autónoma, y de ella se destina un cupo para sufragar los servicios comunes estatales. La generalización de este modelo haría inviable la existencia de una Hacienda central. Puede ser un modelo adecuado para ciertos países de la Europa del Este. No lo es para España.

Seguramente, Convergéncia no persigue a corto plazo el primer objetivo, sino la segunda fórmula: añadir al 15% del IRPF otras figuras impositivas. Y probablemente lo plantea ahora como maniobra táctica para endurecer su posición negociadora ante quienes niegan de entrada incluso la conveniencia de la cesión del mencionado 15%.

Si es así, se trata de una táctica envenenada. ¿Por qué? Porque la apelación, aunque fuese retórica, a la entera cesión del IRPF da alas al argumento de que los acuerdos sobre el 15% no son un paso para la corresponsabilización, sino para el desentendimiento; no un elemento de federalismo, sino de separación fiscal. Es un torpedo bajo la línea de flotación de las bases de consenso ya alcanzadas en el CPFF. Incluso si la reivindicación fuese de un porcentaje a la alemana, y no a la vasca, sería un error doblar la apuesta sin haberse puesto en práctica el 15% y sin un rodaje suficiente para evaluar sus efectos prácticos. De modo que la propuesta no se hubiera redactado mejor si su propósito explícito hubiese sido romper el acuerdo inicial del CPFF y declarar así fallecida, antes de nacer, la sugerente propuesta de la corresponsabilización fiscal. Al cabo, los extremos se han tocado: las reticencias de algunos residuos centralistas-populistas y las exigencias nacionalistas ex orbitadas.

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Además de por este torpedo, el congreso se ha caracterizado por la filigrana, como acontece en las formaciones políticas con ribetes de movimiento político tanto o más que de partido y tan jerarquizadas en torno a la figura de su líder. En ellas, los signos son tan elocuentes como las declaraciones oficiales.

Tres signos son destacables. Uno, el abucheo -algo insólito- a una enmienda patrocinada, entre otros, por el hijo de Pujol, según la cual Convergència no debía comprometerse con pactos globales en la política española: los silbidos son una desautorización por elevación de la misma existencia de un entorno del presidente, actuante al margen del partido. Dos, la confirmación de Josep Caminal como secretario de organización, contra la voluntad inicial del presidente, que ya había preparado su sustitución: es un segundo pulso a Pujol por parte del roquismo tras la renuncia de Miquel Roca a ser reelegido como secretario general. Y tres, una enmienda para modificar el sistema electoral, sobre parámetros comarcales, de sabor partidista, difícil encaje jurídico, y segura conflictividad con el resto de partidos en un asunto en que el consenso es ineludible: es una propuesta que ha disgustado profundamente a Roca.

Son tres señales de que el conflicto entre Pujol (y su entorno) y Roca (y los principales cuadros del partido) no sólo no está resuelto, sino que va a peor. ¿Acabará en una recomposición a fondo en la cúpula, o bien en una retirada de Roca, negándose a encabezar las listas al Congreso y a protagonizar la política española del nacionalismo catalán? Ni el planteamiento fiscal ni las filigranas aparentemente secundarias del congreso auguran nada bueno para la estabilidad del partido nacionalista ni para una conducción pragmática, realista, de sus planteamientos.

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