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Un acto del Madrid 92 deja estupefactos a los vecinos de la plaza de la Paja

Un agua de color rojo bermellón brota de la fuente de la plaza de los Carros. En la vecina plaza de la Paja, la fuente se ha convertido en un depósito de un líquido aceitoso de tono violáceo. El tinte ha manchado el empedrado. Los vecinos no entienden nada. Algunos saben que es algo relacionado con el Madrid Cultural. Otros creen que el Ayuntamiento se ha vuelto loco. Pero todos se quejan: dicen que algunas palomas se han envenenado y que los niños "se pringan enteritos".

"¿Qué es esto?". Una vecina contempla con cara de pasmo el centro de la plaza de la Paja. El inmenso bloque de cemento, que esna fuente cuya construcción ha ido paralizada, rebosa un líquio morado. "Un desastre ecológico", contesta un joven vestido de chándal dominical.En realidad, la metamorfosis de la fuente forma parte del programa Edge 92, bienal internacional de artes visuales, que se celebra en Londres y Madrid. Se trata, según los organizadores -Consorcio Madrid 92 y Arts Council del Reino Unido-, de que 26 artistas desarrollen sus creaciones en espacios públicos de estas urbes (véase EL PAÍS de ayer, página 24).

Las plazas de la Paja y los Carros fueron elegidas para un proyecto de Helen Chadwick. "La obra se inspira en el cuadro El jardín de las delicias, de El Bosco, que se encuentra en el Museo del Prado", explica Rob la Frenais, uno de los comisarios de Edge 92. Está montada en un antiguo mercado de Londres y en las dos fuentes madrileñas. "El agua de la plaza de la Paja debería hacer burbujas, pero ha habido un problema técnico que solventaremos pronto".

Arte participativo

En el mar morado flotaban ayer una bolsa de basura, un paquete de detergente y tres cajas de un televisor Sony Black Trinitron. "Anoche la basura no estaba, me parece que no forma parte de la obra de arte", titubea una señora. Debía de tener razón, porque instantes después alguien había retirado los objetos intrusos. "La plaza estaba ya hecha una mierda, y ahora esto. Es demencial", apostilla otra vecina.En la plaza de los Carros, el agua es roja. El viento ha esparcido el líquido y la piedra se ha puesto del mismo color. Julito, de dos años, se acerca a la fuente, pero su abuela le agarra a tie in-po. "¿Que esto es de la capital cultural? Pues a mí me parece una torpeza". Al abuelo de Julito le brotan rencillas históricas: "¡Y encima son ingleses!".

Los vecinos aseguran que algunas palomas y gorriones han muerto tras beber el agua tintada. "Yo vi el viernes a una paloma que andaba como borracha y luego se caía patas arriba", comenta Carmen, que vive en la plaza de la Paja. "El material empleado no es tóxico", afirma Rob la Frenais. 'Tero si eso se confirma, haremos lo necesario para evitar que las aves se acerquen a las fuentes".

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"El otro día, un niño que jugaba se puso azul hasta las orejas, y la madre me dijo que no había manera de quitárselo", dice Carmen. "Aquí han estado miembros del equipo, pero sólo hablan inglés. Hoy no han venido. Deben de estar escondidos". "En un mes, cuando acabe la muestra, las fuentes volverán a su estado", dice La Frenais. "Ninguna funcionaba cuando llegamos. Espero que sigan en marcha".

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