De repente, el caos
A. C.Devastada por los incendios, sin energía eléctrica ni líneas telefónicas, escasa de alimentos y medicinas por el cierre de todos los comercios, la zona de South-Central, el área de Los Angeles donde se concentraron los peores disturbios de los últimos días, presenta el aspecto de una zona de guerra. Los dueños de los establecimientos, especialmente los coreanos, montan guardia ante sus propiedades armados con escopetas de cañones recortados y pistolas, mientras que el resto de la familia busca provisiones en alguna tienda abierta a kilómetros de distancia.
Es espeluznante observar con qué facilidad se puede llegar a la anarquía en una ciudad acostumbrada a que todo ruede a la perfección. De repente, los semáforos no funcionan y los automovilistas pierden horas en cada cruce. De repente, en esta ciudad, que vive por y para el automóvil, no se puede salir de casa porque no hay ninguna gasolinera abierta en las proximidades. De repente, ni siquiera es posible encontrar un restaurante abierto porque todos cierran por miedo a los desórdenes.
En South-Central esa situación se hace dramática. Entre un intenso olor a humo, el agua que despiden las cañerías destruidas ha provocado pequeñas inundaciones. Hay muchas familias que lo han perdido todo y pasan las noches en las iglesias o en puntos de acogida del Ayuntamiento. La cifra de daños ronda los 500 millones de dólares (50.000 millones de pesetas).
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