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Corrupción

Rosa Montero

La corrupción se ha puesto de moda como tópico conversacional moderno y fino. El limitado pero exquisito repertorio temático de los niños bien (motos de importación, pistas de esquí y todoterrenos) se ha visto ampliado con tan candente asunto y, así, entre copa y copa siempre hay alguien que exclama: "Ay, chico, son unos ladrones, es un asco", con hondo sentimiento y gesto de haber puesto duramente a trabajar la única neurona. Y se quedan tan aliviaditos y tan contentos, olvidados de que sus abuelos han sido honestos estraperlistas tras la guerra, y sus padres., honestos especuladores; y estafadores en los años sesenta, y sus tíos, honestos ladrones en todas las épocas. Hablan nuestros niños bien de corrupción con el gangoso gracejo de los pijos y prefieren ignorar que el oro familiar sobre el que están sentados es tan guarro e inmoral como el oro de Judas.

Y con esto no pretendo decir que ahora no hay corrupción: claro que la hay, y demasiada, Pero encocora contemplar esta súbita proliferación de justos que se nos viene encima. Medios de comunicación famosos por su manipulación y su desvergüenza que publican ahora furibundas reivindicaciones de la ética. O personajes públicos de notoria inmoralidad que simulan escandalizarse a grandes gritos. ¿Y toda esta gentuza se atreve a decir que la corrupción nos la ha traído la democracia? No me hagan reír. La democracia permite que la porquería salga a la luz: antes estaba oculta, El sistema democrático no es perfecto, pero sigue siendo el mejor: es el único que facilita a la sociedad los instrumentos suficientes para corregir los abusos y las desviaciones. La española es una democracia joven, construida, además, sobre un insensato país de nuevos ricos: es normal que nos lleve cierto tiempo, y algunos quebrantos, el aprendernos las reglas del juego.

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